10 de marzo de 2013

Cuarto Domingo de Cuaresma


Celebramos el Cuarto Domingo de Cuaresma. 


La Cuaresma es un camino de CONVERSIÓN. Conversión es, sobre todo, volver a Dios, buscarlo y, encontrándolo, permanecer en Él, vivir en Él, con Él y para Él. Convertirse es morir con Cristo para resucitar con Él. Y debe hacerse con decisión hasta lo más profundo de nuestro ser.
Celebrar la Cuaresma es mirarse sin ningún miedo al espejo de Cristo. Encararse con sus exigencias, comparar su programa y su ideología con la nuestra: ¿qué nos falta?, ¿qué nos sobra? Y emprender con decisión la reforma: Seréis santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.


En este Domingo de la Cuarta Semana de Cuaresma leemos el Evangelio de San Lucas (Lc 15,1-3-.11-32).
El Evangelio de este Domingo se centrará en la misericordia de Dios y en la conversión, típica de San Lucas.
Los fariseos y los escribas reprochan a Jesús que acoja a los pecadores y coma con ellos, y Jesús les propone la conocida parábola del hijo pródigo.
Lo importante de la parábola no está tanto en la conversión del hijo pequeño, del hijo pródigo, sino en la actitud del padre, que mira con compasión y misericordia a su hijo arrepentido. La conducta del hermano mayor podría denominarse la del fariseo, incapaz de reconocer el perdón y la acogida de su padre a su hermano arrepentido, centrado solamente en el cumplimiento y en su conciencia de “bueno”.