22 de febrero de 2015

I DOMINGO DE CUARESMA _ CICLO B

22 DE FEBRERO DE 2015

"Tiempo de tentación y de purificación" Domingo I Cuaresma Ciclo B (Mc 1, 12-15)



Es un tiempo de conversión. De confrontarnos con nosotros mismos y de reconocernos tal cual somos. Ver aquello que nos aleja de Dios para desterrarlo de nuestra vida.


Como todos los años, el primer Domingo de Cuaresma, nos encontramos con el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Este año, en el ciclo B, nos encontramos con el relato más sobrio, que pertenece a Marcos. Dentro del relato mismo vemos claramente dos partes. La primera, centrada en las tentaciones (Mc 1, 12-13); y la segunda, en la que vemos el inicio de la vida pública de Jesús o de su misión (Mc 1, 14-15). Al ver las tentaciones vemos observamos que en los relatos de Mateo y Lucas aparecen explicadas las tentaciones que sufrió nuestro Señor. En Marcos, simplemente se nos dice que fue tentado. La tentación forma parte de nosotros. Nos ayuda a crecer, a purificarnos. Jesús se solidariza con todos nosotros y nos muestra que podemos superar nuestras tentaciones. Ya que Cristo “ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado” (Hbr 4, 15).

  Jesús se retira al desierto después de ser bautizado. La plenitud del Espíritu lo arrastra, lo “empuja” textualmente. Y esta será una constante en su vida pública. Jesús se deja mover por el Espíritu. Es un continuo descentrarse, por medio del Espíritu, para centrarse en Dios, en el Padre. Cuando Jesús se retira, en su interior se encuentra sólo frente a Dios. Y en ese tiempo del desierto, no debemos ver sólo un tiempo de tentación, sino también de purificación. Purificarse para llevar a cabo el proyecto de Dios y realizar su voluntad. Los cuarenta días nos hacen recordar tanto el diluvio como el peregrinar por el desierto. Son momentos en los que se lleva a cabo esa purificación.



  Vemos también en Jesús como un “nuevo Adán” en medio del paraíso rodeado de “alimañas” o “animales del campo”. Las fieras se vuelven aliadas del hombre. Es una imagen de los tiempos mesiánicos donde se restablecería el orden de la creación. Pero empieza de forma silenciosa y no en un vergel, sino en el desierto. Esta parte termina con los ángeles sirviendo al Señor. Los ángeles aparecen en contraposición de Satanás. Uno tienta y pone a prueba, mientras que los otros sirven y nos revelan a Jesús como el Hijo. Son signo de la ayuda de Dios en nuestros momentos de debilidad y tentación. Él no nos abandona. Venceremos en nuestras tentaciones, si como Jesús, somos fieles a Dios por encima de las sugerencias de poder y de gloria que el Mundo nos ofrece.

  En la segunda parte, Jesús inicia su vida pública y su misión principal, o casi podríamos decir exclusiva: el anuncio del Reino. Apresado Juan el Bautista, marcha a su tierra a proclamar la Buena Noticia, el Evangelio de Dios. Se ha cumplido el plazo. Aquello que esperábamos ya llega, está entre nosotros aunque no lo veamos. Está actuando ahora mismo y afecta a toda la historia. Y las indicaciones de Jesús son bastante sencillas con respecto a la actitud que debemos tomar: conversión y creed aquello que nos anuncia. Es un tiempo de conversión. De confrontarnos con nosotros mismos y de reconocernos tal cual somos. Ver aquello que nos aleja de Dios para desterrarlo de nuestra vida. Pero es también un tiempo de júbilo, ya que la espera se ha terminado. Es momento de acoger con alegría el reinado de Dios en nuestros corazones. Porque la Cuaresma es un purificarnos para llenarnos de Dios. Un camino que pasa por la Cruz para llegar a la Resurrección.

















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