17 de diciembre de 2017

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO


Domingo de alegría

En este tercer domingo nos invita, desde la figura de Juan el Bautista, a confesar nuestra auténtica identidad, con verdad y valentía. A la pregunta de los judíos que le envían emisarios a preguntarle directamente quien es, él confiesa claramente su identidad: no es ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta que ellos esperaban. Es solo la voz que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor».
Nuestro mundo laicista e increyente también nos pregunta a nosotros los cristianos: «¿Tú quien eres?» Y nosotros tantas veces no nos atrevemos a confesar lo que somos. Vivimos nuestra identidad cristiana como en la sombra, nos da vergüenza manifestar abiertamente que nosotros somos creyentes, discípulos y seguidores de Jesús, porque hoy no está bien visto, porque tenemos miedo a que se mofen de nosotros y lo ocultamos por vergüenza, vivimos nuestra fe llenos de complejos.

Desde el ejemplo de Juan debemos sentirnos impulsados a confesar abiertamente nuestra fe, nuestra condición de seguidores de Jesús, sin complejos, caiga quien caiga y nos oiga quien nos oiga.

Nuestra vida, nuestra forma peculiar de vivir, debe ser un testimonio claro que exprese nuestra identidad de discípulos y seguidores de Cristo, porque vivimos nuestra vida desde el estilo y los valores de Jesús.
Este tercer domingo de adviento es el domingo llamado «de la alegría». En la segunda lectura, san Pablo, en la carta a los Tesalonicenses nos invita a «estar siempre alegres, no dejando de orar y manteniéndonos en continua acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de nosotros como cristianos (Tes 5, 16).
La alegría es una actitud y una virtud propia del cristiano. Dice el refrán castellano que «un santo triste es un triste santo». El cristiano debe vivir su fe y su identidad cristiana con alegría, porque la vivencia de la fe produce necesariamente alegría y gozo, porque el Señor no solo está cerca, sino que está dentro del creyente que trata de vivir su fe en Él.
Por eso el papa Benedicto XVI, cuando proclamó el Año de la Fe, decía claramente que reavivando nuestra fe tendremos la oportunidad de experimentar la alegría de la fe y el gozo de ser creyente y de transmitir ese gozo y esa alegría a los demás, para que también ellos puedan experimentarla.
Vivimos en un mundo lleno de tristeza, pobreza, heridas y laceraciones, aunque muchos traten de ocultar su tristeza y heridas detrás del bullicio y del ruido del mundo.
Nosotros debemos sorprender e impactar por nuestra alegría, no la que surge del bullicio y el ruido de la sociedad, sino por la alegría interior de quien siente que tiene a Dios en su vida.

                                           Escrito por: Monseñor Gerardo Melgar,Obispo Prior de la Diócesis de Ciudad Real.









Jn 1,6-8.19-28
Junto a la voz que clama en el desierto, en el tercer domingo de Adviento rezamos con el Magníficat. La alegría de María nos llena de esperanza. La entrega radical de Juan nos llena de esperanza. Tantos hechos cotidianos pequeñitos, nos llenan de esperanza. Miremos también conejos esperanzados. Ejercicio de la vista y del corazón.
¿En qué fundamentamos nuestra alegría? ¿Tiene algo que ver esta alegría con la espera del Adviento? Hay algo que va creciendo, imperceptible para aquellos que viven en la tinieblas. Los hijos de la Luz perciben en la pequeñez los brotes nuevos de la humanidad reconciliado, adelanto del banquete del Reino.
Dibu: Patxi Velasco FANO

Texto: Fernando Cordero ss.cc.








SAN LÁZARO





Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere decir: "Dios es mi auxilio". El santo de hoy se ha hecho universalmente famoso porque tuvo la dicha de recibir uno de los milagros más impresionantes de Jesucristo: su resurrección, después de llevar cuatro días enterrado.





SAN JUAN DE LA CRUZ

Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de santa Teresa de Ávila, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.

SANTA LUCÍA




A Santa Lucía se le ha representado frecuentemente con dos ojos, porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos por proclamar firmemente su fe.
Nació y murió en Siracusa, ciudad de Italia, y gracias a sus múltiples virtudes entre las que se destaca la sencillez, la humildad y la honradez, el Papa San Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
Según la tradición, cuando la santa era muy niña hizo a Dios el voto de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Lucía finalmente obtuvo el permiso de no casarse, pero el joven pretendiente, rechazado, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que la santa era cristiana, religión que estaba totalmente prohibida en esos tiempos de persecución. Santa Lucía fue llamada a juicio; fue atormentada para obligarla a adorar a dioses paganos, pero ella se mantuvo firme en su fe, para luego ser decapitada.







FELICITAMOS A TODAS LAS PERSONAS QUE HOY CELEBRAN SU ONOMÁSTICA.
En especial a nuestra maestra de 6ºA,  Lucía Rozas.

NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE


Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oír Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.
De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oír a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.
Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio. Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".