18 de marzo de 2018

V DOMINGO DE CUARESMA 2018 - Ciclo B



En el quinto domingo de Cuaresma que celebramos hoy se percibe la cercanía del momento de entregar la vida en la cruz, momento en el que Jesús, enviado por Dios, cumple la voluntad del Padre.

 Además, celebramos también el Día del Seminario: acordémonos de los seminaristas, que pretenden ahondar en su vocación desde la entrega a los demás, al igual que Jesús. 

• 1.ª LECTURA (Jer 31, 31 – 34). El profeta Jeremías es enviado al pueblo de Dios para que hable en su nombre y le anuncie que pronto el Señor hará con ellos una nueva alianza. 
• 2.ª LECTURA (Heb 5, 7 – 9). Cristo sufre mientras obedece al Padre y cumple con su misión. Confiemos en que el Padre nos escucha y sostiene en medio de nuestros padecimientos, como lo hizo Jesús en su vida terrena. 

• EVANGELIO (Jn 12, 20 – 33). Se acerca la hora en que Jesús cumplirá totalmente la misión a la que el Padre le envió: entregar su vida en la cruz para darnos vida eterna.













ACERCÁNDONOS A LA LUZ

Puede parecer una observación excesivamente pesimista, pero lo cierto es que las personas somos capaces de vivir largos años sin tener apenas idea de lo que está sucediendo en nosotros. Podemos seguir viviendo día tras día sin querer ver qué es lo que en verdad mueve nuestra vida y quién es el que dentro de nosotros toma realmente las decisiones.
No es torpeza o falta de inteligencia. Lo que sucede es que, de manera más o menos consciente, intuimos que vernos con más luz nos obligaría a cambiar. Una y otra vez parecen cumplirse en nosotros aquellas palabras de Jesús: «El que obra el mal detesta la luz y la rehúye, porque tiene miedo a que su conducta quede al descubierto». Nos asusta vernos tal como somos. Nos sentimos mal cuando la luz penetra en nuestra vida. Preferimos seguir ciegos, alimentando día a día nuevos engaños e ilusiones.
Lo más grave es que puede llegar un momento en el que, estando ciegos, creamos verlo todo con claridad y realismo. Qué fácil es entonces vivir sin conocerse a sí mismo ni preguntarse nunca: «¿Quién soy yo?». Creer ingenuamente que yo soy esa imagen superficial que tengo de mí mismo, fabricada de recuerdos, experiencias, miedos y deseos.
Qué fácil también creer que la realidad es justamente tal como yo la veo, sin ser consciente de que el mundo exterior que yo veo es, en buena parte, reflejo del mundo interior que vivo y de los deseos e intereses que alimento. Qué fácil también acostumbrarnos a tratar no con personas reales, sino con la imagen o etiqueta que de ellas me he fabricado yo mismo.
Aquel gran escritor que fue Hermann Hesse, en su pequeño libro Mi credo, lleno de sabiduría, escribía: «El hombre al que contemplo con temor, con esperanza, con codicia, con propósitos, con exigencias, no es un hombre, es solo un turbio reflejo de mi voluntad».
Probablemente, a la hora de querer transformar nuestra vida orientando nuestros pasos por caminos más nobles, lo más decisivo no es el esfuerzo por cambiar. Lo primero es abrir los ojos. Preguntarme qué ando buscando en la vida. Ser más consciente de los intereses que mueven mi existencia. Descubrir el motivo último de mi vivir diario.
Podemos tomarnos un tiempo para responder a esta pregunta: ¿por qué huyo tanto de mí mismo y de Dios? ¿Por qué, en definitiva, prefiero vivir engañado sin buscar la luz? Hemos de escuchar las palabras de Jesús: «Aquel que actúa conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se vea que todo lo que hace está inspirado por Dios».
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn 3, 14-21








   










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