11 de marzo de 2018

IV DOMINGO DE CUARESMA 2018 «Lætare» (ciclo B)



Hoy es un domingo de alegría porque se acercan ya las fiestas pascuales. 
En ellas celebraremos nuestra salvación por pura gracia de Dios. La alegría de saber el amor que Dios nos tiene, que envió a su Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para salvarlo. Nosotros recibimos este don con fe.

• 1.ª LECTURA (2 Crón 36, 14 – 16.19 – 23). Ante el pecado del hombre, Dios mueve los acontecimientos de la historia suscitando personas que liberen a su pueblo de la cautividad. 

• 2.ª LECTURA (Ef 2, 4 – 10). Pablo nos muestra la misericordia que Dios ha tenido con nosotros al salvarnos por su gracia con la resurrección de Jesucristo.

• EVANGELIO (Jn 3, 14 – 21). El don de la salvación manifestado en Cristo requiere por nuestra parte recibirlo con fe porque el que cree en Él no será juzgado, mientras que quien no recibe al que es la luz ya está juzgado por no creer.











ACERCÁNDONOS A LA LUZ

Puede parecer una observación excesivamente pesimista, pero lo cierto es que las personas somos capaces de vivir largos años sin tener apenas idea de lo que está sucediendo en nosotros. Podemos seguir viviendo día tras día sin querer ver qué es lo que en verdad mueve nuestra vida y quién es el que dentro de nosotros toma realmente las decisiones.
No es torpeza o falta de inteligencia. Lo que sucede es que, de manera más o menos consciente, intuimos que vernos con más luz nos obligaría a cambiar. Una y otra vez parecen cumplirse en nosotros aquellas palabras de Jesús: «El que obra el mal detesta la luz y la rehúye, porque tiene miedo a que su conducta quede al descubierto». Nos asusta vernos tal como somos. Nos sentimos mal cuando la luz penetra en nuestra vida. Preferimos seguir ciegos, alimentando día a día nuevos engaños e ilusiones.
Lo más grave es que puede llegar un momento en el que, estando ciegos, creamos verlo todo con claridad y realismo. Qué fácil es entonces vivir sin conocerse a sí mismo ni preguntarse nunca: «¿Quién soy yo?». Creer ingenuamente que yo soy esa imagen superficial que tengo de mí mismo, fabricada de recuerdos, experiencias, miedos y deseos.
Qué fácil también creer que la realidad es justamente tal como yo la veo, sin ser consciente de que el mundo exterior que yo veo es, en buena parte, reflejo del mundo interior que vivo y de los deseos e intereses que alimento. Qué fácil también acostumbrarnos a tratar no con personas reales, sino con la imagen o etiqueta que de ellas me he fabricado yo mismo.
Aquel gran escritor que fue Hermann Hesse, en su pequeño libro Mi credo, lleno de sabiduría, escribía: «El hombre al que contemplo con temor, con esperanza, con codicia, con propósitos, con exigencias, no es un hombre, es solo un turbio reflejo de mi voluntad».
Probablemente, a la hora de querer transformar nuestra vida orientando nuestros pasos por caminos más nobles, lo más decisivo no es el esfuerzo por cambiar. Lo primero es abrir los ojos. Preguntarme qué ando buscando en la vida. Ser más consciente de los intereses que mueven mi existencia. Descubrir el motivo último de mi vivir diario.
Podemos tomarnos un tiempo para responder a esta pregunta: ¿por qué huyo tanto de mí mismo y de Dios? ¿Por qué, en definitiva, prefiero vivir engañado sin buscar la luz? Hemos de escuchar las palabras de Jesús: «Aquel que actúa conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se vea que todo lo que hace está inspirado por Dios».
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Jn 3, 14-21













El egoísmo, la intolerancia, la poca fe… nos hacen caminar en tinieblas. Entre las verdades del Señor y las mentiras de los hombres, preferimos escuchar a los hombres. Y así nos apartamos de Dios, que nos ama hasta el extremo. Los cristianos debemos manifestar a los hombres de hoy la Luz verdadera que nos hace creer que un mundo nuevo es posible. La Buena Noticia de cada día.