“Este es mi hijo… Escuchadlo”
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y
subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su
rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban
de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían
de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban
con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro,
qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los
cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste
es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron
silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
VIVIR ANTE EL
MISTERIO
El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción
que produce en su corazón el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, la
superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el Misterio.
Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa,
otras de manera clara y palpable, sienten una decepción y un desencanto
inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a las personas, las vacía
interiormente y las incapacita para abrirse al Trascendente.
La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir: ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón; ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos; ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez más complejas; ha transformado las ciencias en técnicas cada vez más poderosas para dominar el mundo y la vida.
Este caminar apasionante a lo largo de los siglos tiene un
riesgo. Inconscientemente hemos terminado por creer que la razón nos llevará a
la liberación total. No aceptamos el Misterio. Y, sin embargo, el Misterio está
presente en lo más profundo de nuestra existencia.
El ser humano quiere conocer y dominar todo. Pero no puede
conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería
reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende: hemos de movernos
humildemente en un horizonte de Misterio.
En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para
los oídos modernos: no todo se reduce a la razón. El ser humano ha de aprender
a vivir ante el Misterio. Y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro «Padre»,
que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.
Quizá nuestro mayor problema sea habernos incapacitado para
orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos
como hermanos. También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz
que nos sigue llamando: “Este es mi hijo… Escuchadlo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario