12 de enero de 2020

EL BAUTISMO DEL SEÑOR


La fiesta de hoy, con la que concluye el tiempo navideño, nos brinda la oportunidad de ir, como peregrinos en espíritu, a las orillas del Jordán, para participar en un acontecimiento misterioso:  el bautismo de Jesús por parte de Juan Bautista. Hemos escuchado en la narración evangélica:  "mientras Jesús, también bautizado, oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y se escuchó una voz del cielo:  "Tú eres mi Hijo predilecto, en ti me complazco"" (Lc 3, 21-22).
Recursos sobre el Bautismo de Jesús:


Fiesta del Bautismo de Jesús: El Papa invita a redescubrir nuestro Bautismo






El Papa Francisco invitó a “redescubrir nuestro Bautismo” en la Fiesta del Bautismo del Señor que la Iglesia Católica celebra este año el domingo 12 de enero.
Así lo indicó el Santo Padre antes del rezo del Ángelus dominical y después de bautizar en la Capilla Sixtina a 32 bebés, 17 niños y 15 niñas, hijos de empleados vaticanos.
“Una vez más tuve la alegría de bautizar a algunos niños en la Fiesta de hoy del Bautismo del Señor. Hoy eran 32. Recemos por ellos y por sus familias”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Pontífice pidió “en la Fiesta del Bautismo de Jesús redescubramos nuestro Bautismo” y añadió “como Jesús es el Hijo amado del Padre, también nosotros nacimos del agua y el Espíritu Santo sabemos que somos hijos amados, el Padre nos ama a todos, somos el objeto de la complacencia de Dios, hermanos de muchos otros hermanos, investidos de una gran misión para testimoniar y anunciar a todos los hombres el Amor sin límites del Padre”.
Además, Francisco señaló que “esta Fiesta del Bautismo de Jesús nos hace recordar el propio Bautismo, nuestro Bautismo. También nosotros hemos renacido. En el Bautismo vino el Espíritu Santo para permanecer en nosotros”.
“Por eso es importante recordar, saber, cuál es la fecha de mi Bautismo, nosotros sabemos cuál es la fecha de nuestro nacimiento, pero no siempre sabemos cuál es la fecha de nuestro Bautismo, seguramente alguno de ustedes no lo sabe… Una tarea para hacer en casa: cuando vuelvan, pregunten: ¿cuándo fui bautizada? ¿cuándo fui bautizado? Y festejen en el corazón la fecha del Bautismo cada año. Háganlo. También es un deber de Justicia ante el Señor que ha sido muy bueno con nosotros”, expresó el Papa.  
Al reflexionar sobre la narración del Evangelio de San Mateo sobre el Bautismo del Señor, el Santo Padre se detuvo en “el diálogo entre Jesús, que pide el Bautismo, y Juan Bautista quien quiere negarse y observa: ¿Soy yo quien necesito ser bautizado por ti y tú vienes a mí?”.
“Esta decisión de Jesús sorprende al Bautista: de hecho, el Mesías no necesita ser purificado; en cambio es Él quien purifica. Pero Dios es el Santo, sus caminos no son los nuestros, y Jesús es el Camino de Dios, un camino impredecible”, explicó Francisco quien agregó: “recordemos que Dios es el Dios de las sorpresas”.
En esta línea, el Pontífice destacó que “el Mesías pide ser bautizado, para que se cumpla toda justicia, para que se realice el diseño del Padre que pasa a través del camino de la obediencia filial y de la solidaridad con el hombre frágil y pecador” y añadió que “es el camino de la humildad y la cercanía plena de Dios a sus hijos”.
Por ello, el Papa remarcó que “el Siervo de Dios realiza su misión en el mundo con un estilo contrario al espíritu mundano” y apuntó que se trata de “la actitud de mansedumbre, que nos enseña Jesús con su humildad, la actitud de sencillez, respeto, moderación y ocultamiento, que se requiere también hoy de los discípulos del Señor”.
Sin embargo, el Santo Padre reconoció que “es triste decirlo, pero, cuántos discípulos del Señor se pavonean por ser discípulos del Señor… No es un buen discípulo el que se pavonea. El buen discípulo es el humilde, el manso, quien hace el bien sin hacerse notar”, indicó.
En este sentido, Francisco dijo que “en la acción misionera, la comunidad cristiana está llamada a ir siempre al encuentro de los otros proponiendo y no imponiendo, dando testimonio, compartiendo la vida concreta de la gente”.
Finalmente, el Papa rezó para “que María Santísima nos ayude a comprender siempre más el don del Bautismo y a vivirlo con coherencia en las situaciones de cada día”.


SAN ARCADIO

Se desconoce la fecha exacta de su martirio, pero parece que tuvo lugar en alguna ciudad de Mauritania, probablemente en Cesarea, la capital. Las persecuciones estaban en todo su furor y miles de cristianos eran torturados por los soldados romanos sin esperar la sentencia del juez.
En tan terribles circunstancias, San Arcadio se retiró a la soledad. Sin embargo, el gobernador de la ciudad al saber que no se había presentado a los sacrificios públicos, capturó a un pariente y lo mantuvo como rehén hasta que el prófugo se presentara. Al saberlo, el mártir volvió a la ciudad y se entregó al juez quien lo obligó a que se sacrificase a los dioses. Ante su negativa, el juez lo condenó a muerte, cortando cada uno de sus miembros de manera lenta. Al encontrarse totalmente mutilado, el mártir se dirigió a la comunidad pagana, exhortándolos a abandonar a sus dioses falsos y a adorar al único Dios verdadero, el Señor Jesús.
Los paganos se quedaron maravillados de tanto valor y los cristianos recogieron su cadáver y empezaron a honrarlo como a un gran santo.

SAN TEODOSIO

Nació en Turquía en el año 423, y desde pequeño, por inculcasión paterna, leía con mucho fervor las Sagradas Escrituras. Siguiendo el ejemplo de Abraham, el santo decidió dejar sus riquezas y su familia, para peregrinar a Jerusalén, Belén y Nazaret, y luego convertirse en religioso. San Teodosio se fue a vivir no muy lejos de Belén, y tuvo como guía espiritual al abad Longinos. Tras ser ordenado como sacerdote, recibió la orden de encargarse del culto de un templo ubicado entre Jerusalén y Belén. El santo desplegó su labor con mucha sabiduría y humildad, y fue testimonio de una vida santa y llena de oración, lo cual motivó que otros jóvenes también desearan convertirse en religiosos, y más adelante, la fundación de tres conventos en las cercanías de Belén.
El santo también construyó, cerca de Belén, tres hospitales para la atención de ancianos, enfermos necesitados y discapacitados. Los monasterios dirigidos por San Teodosio eran como una ciudad de santos en el desierto, pues todo se hacía a su tiempo, con exactitud, oración, trabajo y descanso.
San Teodosio enfermó penosamente, y falleció a los 105 años en el año 529. El Arzobispo de Jerusalén y muchos ciudadanos de Tierra Santa asistieron a su entierro y durante sus funerales se obraron varios milagros.

SANTO TOMÁS DE CORI


Nació en Cori (Italia), el 4 de junio de 1655. Con tan sólo 14 años queda huérfano; acontecimiento que lo hace madurar rápidamente. A fin de mantener a su hermana menor se dedica al pastoreo. “El santito”, como cariñosamente lo llamaba la gente, en sus largas horas de soledad aprendió a ver a Dios en las cosas sencillas, en la creación y sobretodo en la oración.

Conoció a los franciscanos de su pueblo y rápidamente se sintió llamado a la vocación franciscana. Después de haberle dejado a su hermana la dote para que pudiera casarse fue admitido en la Orden. Inmediatamente lo enviaron a Orvieto a estudiar donde es ordenado sacerdote en 1683. Al poco tiempo fue nombrado maestro de novicios.

Los franciscanos se habían expandido por todo el mundo; pero no todos vivían con fervor su vocación por lo que surgieron algunos conventos en donde se acentuaba la vida espiritual y se hacían retiros. Tomás pidió irse a vivir a uno de estos conventos llamados “retiros” en Bellegra. Allí escribió estatutos para la formación de los religiosos y también para normar la vida de este tipo de conventos “retiro”.

La Orden reunida en Capítulo General en Murcia, en España, los generalizó para todos los conventos-retiro franciscanos del mundo.

Su fama de santidad suscitaba que muchos religiosos y cristianos laicos acudieran a él a pedir consejo. Su predicación era de una claridad y sencillez tales que conmovía los corazones de aquellos que acudían a escucharlo y se veían impulsados a reconciliarse con Dios y a vivir la fe intensamente.

Tomás pasaba largas horas ante el Santísimo sin ni siquiera imaginar nadie que por 40 años vivió una gran sequedad es espiritual sufriendo la ausencia de todo consuelo en la oración y en la vida espiritual. Nadie lo vio nunca triste.

Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos un padre lleno de amabilidad. A algunos que se oponían a la reforma del convento, los trató con suma paciencia y humildad, ganándose sus corazones a fuerza de caridad y de testimonio.

Murió después de una larga jornada en el confesionario el 11 de enero de 1729. Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.