Lectura
del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió
del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el
desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió
hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a
esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: No sólo de pan vive el
hombre».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un
instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de
todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te
arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo darás culto».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del
templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está
escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán
en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras».
Jesús le contestó: Está mandado: «No tentarás al Señor,
tu Dios».
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta
otra ocasión.
Palabra del Señor
Evangelio
Comentado por:
José Antonio Pagola
LUCIDED
Y FIDELIDAD
No le resultó fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión
recibida de su Padre sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su
lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo
largo de su vida.
Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas
capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu, que lo
impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de
aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, «un signo
del cielo», de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.
Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más
queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos y pensara
más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende
porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.
Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era
fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas
y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las
fuerzas de seguridad del templo, Jesús les dice así: «Vosotros sois los que
habéis perseverado conmigo en mis pruebas» (Lucas 22,28).
El episodio conocido como las «tentaciones de Jesús» es
un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar
Jesús a lo largo de su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el
Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.
¿Ha de pensar en su propio interés o escuchar la voluntad
del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías o ponerse al servicio de quienes
lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria o manifestar la compasión de Dios
hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión o
entregarse a su misión confiando en el Padre?
El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los
evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de
Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear
una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.
Para seguir a Jesús con fidelidad hemos de identificar
las tentaciones que tenemos los cristianos de hoy: la jerarquía y el pueblo;
los dirigentes religiosos y los fieles. Una Iglesia que no es consciente de sus
tentaciones pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo
algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la
infidelidad?