12 de junio de 2025

SAN ANTONIO DE PADUA

                                  


El 13 de junio la Iglesia celebra la fiesta de uno de los santos más conocidos y venerados en el mundo, San Antonio de Padua, a quien la tradición ha colocado como intercesor de quienes han extraviado algún objeto, de aquellos que buscan pareja y, más recientemente, de quienes padecen la enfermedad celíaca.

San Antonio de Padua, también conocido como San Antonio de Lisboa -por el lugar donde nació- perteneció a una familia de origen noble. Su nombre secular fue Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo, nacido en Portugal en 1195. Desde niño se consagró a la Santísima Virgen. En su juventud temprana pasó por una etapa rodeado de sensualidades y frivolidades, pero que supo bien rechazar, ayudado por la gracia de Dios y una amistad con Él, labrada en la oración y en el trato frecuente con el Santísimo Sacramento. Antonio aprendió muy bien que solo Dios es quien fortalece.

Fue admitido en la Orden Franciscana a inicios de 1221; participó en Asís, Italia, del capítulo general de la orden de ese año y más adelante fue enviado a predicar en diversas ciudades. Era tal su habilidad para la predicación que el Papa Gregorio IX lo llamó “Arca del Testamento”. Su elocuencia y trato simpático caló en el corazón de la gente, que buscaba estar cerca de él y que en más de una oportunidad le arrancó pedazos de su hábito. Por esa razón se le asignó un grupo de hermanos para protegerlo. En ocasiones, San Antonio predicaba en plazas y mercados. Sus sermones transformaron muchos corazones, y los conversos solían caer de rodillas a sus pies, agradecidos de reencontrarse con el amor y el perdón de Dios.

Fray Antonio se trasladó a Padua, donde ya había trabajado anteriormente. Allí denunció y combatió el vicio de la usura y la frivolidad. También dio allí muestra de lucidez y sabiduría. Y es que Antonio fue un hombre de estudio y de gran capacidad intelectual. A pesar de su juventud, exhibía una madurez poco común en la fe. En síntesis, fue hombre de oración y acción, y por su intercesión se obraron muchos milagros, la mayoría de los cuales han marcado para siempre a los fieles. Uno de ellos es este: un hombre retó a Fray Antonio a probar que Jesús estaba en la Eucaristía. Para ello, con ánimo de mofa, dejó sin comer tres días a su mula. Luego la llevó frente al templo y le mostró pasto fresco para comer, esperando que la mula le haga un “desaire” a Dios y se precipite sobre el alimento. Para su desconcierto y el de los que estaban presentes, la mula no comió; por el contrario, se hincó sobre sus patas delanteras, como si se pusiese de rodillas. San Antonio estaba frente al pobre animal con el Santísimo elevado en las manos. Aquella mula había sido capaz de reconocer perfectamente al que tenía enfrente: Dios.

En otra ocasión, mientras oraba, se le apareció el niño Jesús y Antonio lo sostuvo en brazos, milagro que nos recuerda la ternura de Dios.

Exhausto y enfermo, hacia el final de sus días, el Santo se retiró a los bosques de las afueras para reponerse y orar. Viendo que su vida llegaba a su fin, pidió regresar a Padua, pero solo llegó hasta los límites de la ciudad.

El 13 de junio de 1231, Antonio recibió los últimos sacramentos, entonó un canto a la Virgen con dificultad y antes de partir a la Casa del Padre, dijo sonriente: "Veo venir a Nuestro Señor". Murió con solo 35 años. Fue canonizado por el Papa Gregorio IX antes de que transcurra siquiera un año de su muerte, y declarado Doctor de la Iglesia en el siglo XX por el Papa Pío XII.

Los objetos perdidos

Que San Antonio de Padua sea intercesor eficaz en esos momentos en los que alguien ha extraviado algo se habría originado en un problema que tuvo con un novicio.

Cierto día un novicio huyó del convento con el salterio que usaba el Santo. Antonio oró para recuperar el libro. El ladrón tuvo ese día una visión terrible sobre su destino, que lo obligó a regresar y devolver lo robado.

Muchos fieles acuden a San Antonio para que interceda para encontrar un buen esposo o una buena esposa. También es patrono de las mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros.

Recursos sobre San Antonio de Padua aquí: 




 

MUCHAS FELICIDADES A TODAS LAS PERSONAS QUE HOY CELEBRAN SU ONOMÁSTICA. 

EN ESPECIAL FELICITAMOS A NUESTRO DIRECTOR 
DON ANTONIO RUIZ FERNÁNDEZ.

FESTIVIDAD DE JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE



Esta festividad tiene sus orígenes en la celebración del Sacerdocio de Cristo que la Iglesia realiza desde siempre, pero que en algunas localidades o diócesis fue cobrando una forma particular con el transcurso de las últimas décadas. Este es el caso, por ejemplo, de España, donde se le dedica un día del año.

Tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II (1962-1965), la fiesta de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote empezó a hacerse más conocida gracias al impulso apostólico de la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, congregación femenina de vida contemplativa, cuyo carisma consiste en orar por la fidelidad de los sacerdotes y por el aumento de las vocaciones sacerdotales.

La celebración de la fiesta de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote fue introducida en España en 1973 con la aprobación de la Sagrada Congregación para el Culto Divino (hoy, convertida en Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos) y el patrocinio del Papa San Pablo VI. La Sagrada Congregación dispuso además que esta festividad posea textos litúrgicos propios para la celebración de la Santa Misa y el rezo del Oficio, aprobados en 1971.

Además de España, otras Conferencias Episcopales han incluido esta fiesta en sus calendarios litúrgicos particulares. Este es el caso de países como Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela. En algunas diócesis de los países mencionados la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote es conocida también como la ‘Jornada por la santificación de los sacerdotes’.

Fundamento a la luz del Magisterio

San Juan Pablo II, en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” [La Iglesia vive de la Eucaristía] señalaba que “el Hijo de Dios se ha hecho hombre para reconducir todo lo creado, en un supremo acto de alabanza a Aquél que lo hizo de la nada… De este modo, Él, el sumo y eterno Sacerdote, entrando en el santuario eterno mediante la sangre de su Cruz, devuelve al Creador y Padre toda la creación redimida. Lo hace a través del ministerio sacerdotal de la Iglesia y para gloria de la Santísima Trinidad”.

El sacerdocio, encarnado de manera plena en Jesucristo, se constituye en elemento indispensable para salud de las almas y para perfección de todo lo creado, obra de Dios. Todo sacerdote -de acuerdo al grado recibido- participa del mismo sacerdocio de Cristo y prolonga en el tiempo su acción redentora.

Raíces bíblicas: Jesús, Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza

La Escritura provee de abundantes referencias que contribuyen a la comprensión del ‘Sacerdocio definitivo’ de Cristo, del que participan todos y cada uno de los sacerdotes que Dios ha llamado a su servicio. La vocación sacerdotal constituye un llamado para toda la eternidad. 

En el Nuevo Testamento la palabra “sacerdote” designa ciertamente a los ministros encargados del culto sacrificial, guardianes de la ley y el templo. Sin embargo, el uso del término se reserva, en su pleno sentido, para denominar a Cristo que congrega al pueblo de Dios; es lo que se denomina ‘Sacerdocio real’: "Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz" (1 Pe 2, 9).

En el capítulo 4 de la Carta a los Hebreos se habla del Sumo Sacerdocio de Jesucristo en los siguientes términos:

"Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna" (Heb 4, 14-16).

La Carta a los Hebreos sugiere explícitamente que el sacrificio de Cristo lo ha erigido como el nuevo, único y definitivo sacerdocio, diferenciándose así de los sacrificios de los sacerdotes de la Antigua Alianza:

"Así también, Cristo no se apropió la gloria de ser sumo sacerdote, sino que Dios mismo le había dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. O como dice también en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre igual que Melquisedec" (Heb 5, 5-6). Luego se añade: "Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos" (Heb 9, 11).

Necesitamos ‘otros cristos’ que no se acomoden al mundo




 

 

BEATA FLORIDA CEVOLI


Florida nació en Pisa el 11 de noviembre de 1685, de familia noble. Ingresó en las clarisas capuchinas el año 1703, llegando a ser la mejor discípula y compañera de Santa Verónica Giuliani, a la que sucedió en el cargo de abadesa. Se distinguió por su espíritu de oración, su inserción en las tareas sencillas y cotidianas de la vida comunitaria, sus carismas extraordinarios, y por el impulso que dio a su Orden en la observancia fiel de la Regla. Murió el 12 de junio de 1767 en Città di Castello (Perusa). La beatificó San Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.