10 de enero de 2023

INFANCIA MISIONERA 2023



Infancia Misionera es una escuela de formación en la fe y en la misión para los niños de todo el mundo.

"Uno para todos, todos para Él" es el lema de la Jornada de Infancia Misionera que celebramos el domingo 15 de enero de 2023.

Un día muy importante, en el que los niños están invitados a ayudar a los demás niños, especialmente a los que no tienen lo necesario para vivir o no conocen a Dios. Somos misioneros, y nosotros vamos a ayudarles con nuestra oración y nuestro dinero.

Este año el lema de Infancia Misionera nos invita a vivir en Comunión con Jesús. Todos somos necesarios para el proyecto de Dios. Jesús escogió a los 12 apóstoles de entre mucha gente. Hoy Dios sigue llamando a personas como tú. Cada uno es para todos y todos somos para él.

Con esta Obra Pontificia, el Santo Padre implica a los niños del mundo para ayudar a otros pequeños como ellos en las misiones. Y cuenta también con adultos comprometidos, para que los misioneros sigan proporcionando educación, salud y formación cristiana a más de 4 millones de niños en 120 países.



“A los débiles, especialmente a los niños, debemos darles lo mejor que tenemos”

Papa Francisco


PRESENTACIÓN DE LA JORNADA

Ser cristiano es descubrir la belleza de formar una sola familia, la de los hijos de Dios. Haber recibido el bautismo no nos impide ser nosotros mismos, cada uno con sus virtudes y defectos, pero nos ayuda a vivir la diferencia con el deseo de ayudar, de aprender de los demás, de valorar lo que nos une y asombrarnos con lo que nos diferencia.

Este año, la Obra Pontificia de la Santa Infancia o de la Infancia Misionera, que lo mismo es, quiere que pongamos nuestro pensamiento en la comunión, en la unidad de todos los que creemos en Cristo. Ya lo dijo el Santo Padre Benedicto XVI la última vez que estuvo en España, para la JMJ de 2011: “Permitidme que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él” (Homilía, 21-8-2011).

No podemos vivir nuestra fe “por libre”. La comunidad, la Iglesia, nos ayuda a no desalentarnos cuando la fe pasa por dificultades, nos fortalece cuando nos sentimos débiles, nos llena de alegría cuando descubrimos los frutos de la entrega de nuestros hermanos…

Sin embargo, la cultura actual es una cultura de enfrentamiento. Una de las grandes victorias del demonio en la sociedad nuestra es la división, es provocar la confrontación, los recelos, la enemistad. Y es triste, porque cada uno es diferente, cada uno ha recibido de Dios unos dones, unos talentos, unas gracias, pero no para enfrentarse al prójimo, sino para ponerse a su servicio.

Esa cultura de enfrentamiento también se puede dar en la Iglesia y entre los cristianos. Así lo denunciaba el papa Francisco el día de Pentecostés de 2021: “Hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu. El Paráclito impulsa a la unidad, a la concordia, a la armonía en la diversidad. Nos hace ver como partes del mismo cuerpo, hermanos y hermanas entre nosotros. ¡Busquemos el todo! El enemigo quiere que la diversidad se transforme en oposición, y por eso la convierte en ideologías. Hay que decir «no» a las ideologías y «sí» al todo” (Homilía, 23-5-2021).

Precisamente, la misión es siempre una gran oportunidad para vivir la comunión, la fraternidad. La misión nos hace salir de nosotros mismos y nos ayuda a poner los ojos en los demás, en los que están cerca y en los que están lejos. Nos anima a rezar unos por otros, sintiéndonos responsables del bien y del mal que disfrutan o padecen los demás. Nos hace abandonar nuestras comodidades para que nos acordemos de que hay muchos hombres y mujeres en el mundo, también niños y jóvenes, que no conocen al Salvador y que también tienen sed de ser amados, acompañados, perdonados, mirados por Dios. Nos abre el corazón a la generosidad, que nos motiva a desprendernos incluso de lo que podemos necesitar, para dárselo a otro que está más necesitado que nosotros.

“Uno para todos y todos para Él” es una forma expresiva de plasmar esta idea. Con ella parafraseamos una conocida frase de la gran novela Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas. De hecho, es el lema nacional, no oficial, de Suiza. Pero aquí le damos el sentido sobrenatural.

“Uno para todos”, porque Cristo es para todos. Él ha venido a salvar a todos, quiere llegar a todos y con todos hacerse uno. Todos comemos del mismo pan y todos bebemos del mismo Espíritu (cf. 1 Cor 10,17; 12,13). Cristo se da a todos y con todos se hace el encontradizo para entrar en su corazón (cf. Ap 3,20).

“Todos para Él”, como expresión de la sinodalidad, a la que el papa Francisco nos está invitando. Todos, cada uno desde su vocación personal, concreta; cada uno con sus talentos y dones, también con sus limitaciones y pobrezas; pero todos remando en la misma dirección, para poner todo bajo el cuidado y la mirada del Señor. Todos sintiendo la responsabilidad de la misión de la Iglesia.

Los niños en la Infancia Misionera deben disfrutar de esta experiencia de Iglesia. Experiencia de compartir, pero no solo los bienes materiales: también la fe, la alegría de saberse querido. La experiencia de saberse útiles, necesarios para los demás, ayudando a llevar la cruz, la dificultad, el peso del día a día a quienes, como nosotros, tienen deseos de ir al cielo.

Por José María Calderón
Director de OMP en España








REVISTA GESTO

EN ESTE NÚMERO…

Todos somos parte de una sociedad que nos necesita y ser parte de ello es lo que nos hace mejores. Todos estamos aquí para mejorar la vida de nuestros amigos, familiares, compañeros… ¿Alguna vez has pensado cómo quieres tú mejorar el mundo en el que vives? Hay millones de formas de hacerlo. Se trata de dejar siempre todo mejor de lo que lo encontraste y tú decides cómo hacerlo.

En un mundo dividido por el odio, las guerras, las diferencias y las envidias, los cristianos mantenemos la unidad. Nos ayudamos, nos perdonamos y mostramos a la gente que otro mundo es posible. Tenemos una responsabilidad con nuestros iguales y todos somos indispensables para Dios. Jesús escogió a los apóstoles, todos muy diferentes. Hoy, Jesús sigue escogiendo a personas como tú y como yo. Cada uno de nuestros nombres está escrito en la “lista”. Él te ha llamado y te ha escogido a ti.

Es tu momento, pequeño misionero. Interésate por los que te rodean y saca lo mejor de ti para ponerlo al servicio de todos. Dios te ha creado para que puedas darte a los demás. Todos somos necesarios, cada uno de nosotros es insustituible para el equipo de Dios.

¡Uno para todos y todos para ÉL!



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SAN GREGORIO DE NISA - OBISPO



La fecha del nacimiento de san Gregorio de Nisa no se puede afirmar con precisión, pero debió ocurrir entre los años 331 a 335. Por línea paterna descendía de una familia de antigua raigambre cristiana, originaria del Ponto, que había sufrido persecución por confesar la fe; y por línea materna, de una familia de Capadocia que destacaba en la vida militar y civil. Tres de sus hermanos —Macrina, Basilio (llamado el Grande) y Pedro— son venerados como santos por la Iglesia. 

La educación de Gregorio corrió a cargo de su hermano mayor, Basilio. Fue profesor de Retórica, pero animado por sus amigos, en especial por el que luego sería san Gregorio Nacianceno, se retiró al monasterio de Iris, en el Ponto, para dedicarse a prácticas ascéticas y al estudio de la Teología. 

Su hermano Basilio, metropolita de Cesárea, le consagró obispo en el año 371, para ocupar la sede de Nisa. Por su fidelidad al Concilio de Nicea, fue depuesto por un sínodo de obispos arrianos, celebrado en su ausencia con la ayuda del gobernador del Ponto. Muerto el Emperador Valente, que era arriano, San Gregorio volvió a su sede, y en el año 381 tomó parte muy activa —con San Gregorio Nacianceno— en el Concilio I de Constantinopla, que resolvió definitivamente la cuestión arriana, reafirmando la fe de del Concilio de Nicea. 

En sus últimos años, se le nombró arzobispo de Sebaste y redactó los escritos más memorables de su doctrina espiritual, hasta su fallecimiento en el 394. 

La profundidad de las obras de san Gregorio de Nisa, que escribió también libros de teología mística, le han valido el sobrenombre de “el teólogo”, con que es conocido especialmente entre los griegos. Los santos de los primeros siglos de la historia de la Iglesia nos recuerdan así la fortaleza de la fe basada en el estudio y asimilación de la doctrina cristiana.