31 de octubre de 2020

SAN ALONSO RODRIGUEZ



San Alonso nació en Segovia (España) en 1533 (hay otro Alonso Rodríguez, santo también, mártir del Paraguay beatificado en 1931).

Al quedarse viudo, el santo solicitó a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero no fue admitido al bordear los 40 años de edad y sin estudios, pero el superior cambió de parecer y lo aceptó como hermano lego.

Le enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. El más santo e importante de todos sus amigos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con San Alonso y una noche, por revelación divina, San Alonso supo que su amigo estaría destinado a la evangelización en Sudamérica. Al poco tiempo, San Pedro Claver viajó a Colombia, donde bautizó a más de 300.000 esclavos en Cartagena.

El santo portero sufrió terribles ataques en su cuerpo, sufría de sequedades tan espantosas en la oración; pero San Alonso poseyó el don de la curación.

El 29 de Octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, recibió la Sagrada Comunión e inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de Octubre despertó, besó su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús", expiró. Fue declarado Venerable en 1626 y en 1633 nombrado Santo Patrono de Mallorca y beatificado en 1825. Su canonización tuvo lugar el 6 Septiembre de 1888 y sus reliquias se encuentran en Mallorca.





SAN MARCELO EL CENTURIÓN



Marcelo fue un Centurión que, según parece, pertenecía a la Legio VII Gemina y el lugar de los hechos bien pudo ser la ciudad de León.

Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).

Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: «Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores».

Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.

Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.

La leyenda -no necesariamente falsa- abunda en algunos detalles que, si bien no son necesarios para el esclarecimiento del hecho, sí lo explicita, o al menos lo sublima para estímulo de los cristianos. Así, se añade la puntualización de que se trataba de un acto oficial y solemne en que toda la tropa militar estaba dispuesta para ofrecer sacrificios a los dioses paganos e invocar su protección sobre el Emperador.