Desde 1911 se ha celebrado el Día Internacional de la
Mujer Trabajadora; esta celebración, que es de carácter secular, comenzó como
una reivindicación, del derecho de la mujer al trabajo fuera del hogar, a no
ser discriminadas laboralmente, a la formación profesional, a poder votar y a ocupar cargos públicos. Se
pudo consolidar tras la I Guerra Mundial, en el año 1922, con diversas
repercusiones en los diferentes países. El año 1975, la ONU proclamó este día como “Día
Internacional de la Mujer”, para recoger así otros derechos que las mujeres
necesitan que se les reconozcan para alcanzar las igualdad dentro de la
sociedad.
La mujer sigue sufriendo discriminación hoy en el mundo:
pensemos como las mujeres africanas tienen un alto porcentaje de posibilidades
de morir en el parto, en la violencia que sufren en el hogar, en cómo tienen
que organizarse para atender el trabajo tanto en la casa como fuera de ella, en
el menor sueldo que perciben respecto al varón, en las diferentes formas de
exclusión y opresión que viven,…, en medio de estas situaciones, sigue siendo
quien en muchos casos sostiene el hogar y las economías de muchos pueblos.
La Iglesia quiere hacer presente esa igualdad entre el
hombre y la mujer. Ya los textos del Génesis nos hablan de que varón y mujer
son la obra creada y amada de Dios, una sola carne; las mujeres fuertes del
Antiguo Testamento (Prov 31), de las que tenemos que aprender tanto: María,
Débora, Jael, Sara, Ruth, Abigail, Esther y Judit; o las otras mujeres
importantes del AT: Eva, Agar, Rebeca, Raquel, Rahab, Tamar, Ana, Betsabé, Sara
la de Tobías, la madre de los macabeos…; o el papel de María Magdalena, a quien
se le perdonó y amó; o el María, la virgen la Madre de Dios. La Doctrina Social
de la Iglesia reconoce que el genio femenino es necesario en todas las
experiencias de la vida social; por ello reclama, de un modo especial que se ha
de garantizar la presencia de todas las mujeres en el ámbito laboral,
ayudándole a su formación. Reclama que los derechos de las mujeres en este ámbito
dependen de cómo se organice el trabajo (Laboren Excersens 19). Y se critica
que las diferentes formas de discriminación que viven las mujeres en la esfera
del trabajo ofenden a su dignidad y a su vocación como personas en medio del
mundo; la D.S.I. denuncia que se la somete, margina, explota y reduce a la
esclavitud, olvidando el mandato de Dios de reconocer a la persona como
criatura suya. Por ello es imprescindible y urgente que se dé un efectivo
reconocimiento de los derechos de las mujeres en el trabajo, especialmente en
los aspectos de la retribución salarial, la seguridad y la previsión social
(Familiaris consortio 24)
La fiesta del 8 de marzo pretende sensibilizarnos frente
al espacio que las mujeres reclaman todavía hoy, una especio de igualdad de
derechos, de oportunidades, de trato, de consideración en todos y cada una de
las actividades que nos corresponden a los seres humanos: el hogar, el trabajo,
la economía, la política, el mundo de la educación, de la sanidad o de la
cultura. Aunque no se nombre, hoy en día,
la condición de trabajadora, es importante no olvidarnos del hecho de
cómo surgió este día y que sigamos reclamando la igualdad merecida para todas.