21 de junio de 2021

SAN LUIS GONZAGA



El Patrón de la Juventud Católica, San Luis Gonzaga, nació el 9 de marzo de 1568 en Lombardía. Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta y ya en su adolescencia, decidió ingresar a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una exitosa carrera militar. Durante los años siguientes, el santo dio pruebas de ser un novicio modelo.







 


SAN JUAN DE MATERA



El fundador de la congregación benedictina en Pulsano, nació en Matera, una ciudad de la región de Basilicata, que formaba parte del reino de Nápoles. Cuando era todavía un niño, Juan soñaba con vivir como un ermitaño y, tan pronto como llegó a la mayoría de edad, decidió realizar su sueño: abandonó la casa paterna y viajó hasta una isla, frente a Taranto, donde había un monasterio al que ingresó en calidad de pastor de los rebaños de los monjes. Su carácter adusto, su retraimiento que le impedía unirse a los hermanos en cualquiera de sus diversiones o paseos, le valieron la antipatía y aun la hostilidad de los demás, hasta el grado de verse obligado a abandonar el monasterio y la isla para refugiarse en Calabria y luego en Sicilia. Poco tiempo después, en procura de realizar lo que él consideraba como un llamado divino, regresó a Italia y se quedó en Ginosa durante dos años y medio sin pronunciar una sola palabra y sin revelar su presencia a sus padres que, como consecuencia de las guerras, se habían refugiado en las vecindades de Ginosa. Por aquel entonces tuvo una visión de san Pedro, quien le pidió que reconstruyese una iglesia arruinada que llevaba su nombre y se encontraba a unos tres kilómetros de la ciudad. Gracias a la tenacidad de sus esfuerzos y a la ayuda de algunos compañeros, pudo llevar a cabo con éxito la tarea. Pero entonces se le acusó de haber descubierto un tesoro oculto en la vieja iglesia y de haberse apropiado de él. Los acusadores lo llevaron ante el gobernador de la provincia, quien no quiso creer en su inocencia y le mandó a la cárcel.

 
A poco de estar en la prisión, escapó en una forma que nadie podía explicarse, por lo que se dijo que había sido liberado por un ángel. Llegó hasta Cápua y tuvo que seguir su camino, porque los pobladores no le permitieron quedarse. En la soledad de la noche, oyó de nuevo la voz interior que le instaba a regresar a su comarca natal y así lo hizo. De nuevo en la Basilicata, consiguió ingresar en la comunidad religiosa de San Guillermo de Vercelli, en Monte Laceno. Ahí permaneció Juan hasta que un incendio destruyó las viviendas de los monjes; la mayoría se trasladó a la abadía de Monte Cagno, pero Juan se fue a Bari, donde comenzó a predicar con maravillosos resultados. Su éxito fue tan grande, que suscitó la envidia y, de nuevo, sus enemigos trataron de combatirlo con acusaciones falsas: aquella vez se le acusó de hereje. Sin embargo, se defendió brillantemente en los tribunales y, a fin de cuentas, salió libre de culpa y cargo entre las aclamaciones triunfales del pueblo. Después regresó a Ginosa, donde sus antiguos discípulos le dispensaron una calurosa bienvenida y, en la iglesia reconstruida de San Pedro, predicó una misión que rindió abundantes frutos. Sus constantes viajes estaban a punto de terminar: siempre dirigido por la misteriosa voz interior, se encaminó al Monte Gargano y, en Pulsano, a poco más de diez kilómetros del sitio bendecido por la aparición de san Miguel Arcángel, se dedicó a construir un monasterio. Desde todas partes acudieron los discípulos a ayudarle y, una vez terminado el edificio, albergó a sesenta monjes que tuvieron por superior a Juan hasta su muerte. Venerado por todos en razón de su ciencia, sus milagros, sus profecías y sus virtudes, pasó a mejor vida el 20 de junio de 1139. Posteriormente, otras casas de religión se afiliaron a la suya y, en una época, la congregación de Monte Pulsano formó parte de la gran familia Benedictina; pero desde hace mucho tiempo desapareció.










 



SAN ROMUALDO ABAD



Aunque creció como un joven mundano, esclavo de sus pasiones, algunas veces aspiró a ideales más elevados. La muerte de un pariente suyo a manos de su propio padre durante un duelo, hizo que el joven escapase horrorizado, y se internase en un monasterio cercano, donde permaneció por tres años en la más absoluta austeridad y fervor. 

Luego, el santo permaneció por años en compañía de un santo ermitaño, quien veló por la total conversión y formación de San Romualdo, de manera que éste pudiese predicar con ardor y corazón a Jesús. Justamente, el anuncio del evanglio fue uno de sus más grande sueños, y contando con el permiso del Papa, decidió partir a Hugría para iniciar su misión evangelizadora. Sin embargo, una terrible enfermedad impidió su viaje, y San Romualdo, que siempre estuvo atento a las señales de Dios, se dio cuenta que el Padre Celestial no lo quería para esa misión. 
Por treinta años, el santo fundó numerosas ermitas y monasterio por toda Italia. El monaterio más famosos del santo es el de Camáldoli, fundado por él alrededor del año 1012, y donde impuso reglas aún más severas que la de San Benito, dando inicio a una nueva congregación llamada Camaldulense, en la cual unió la vida cenbítica con la eremítica. 
Luego de permanecer algunos años en Camáldole, el santo retornó a sus viajes apostólicos. Pero la muerte lo sorprendió mientras estaba visitando la región de Val-di-Castro, falleciendo el 19 de junio de 1027. 
 
Otros Santos que se celebran hoy: Diosdado, obispo; Gervasio, Protasio, Andrés, Gaudencio, Culmacio, Ursicinio, Zósimo, Bruno, Bonifacio, Lamberto, mártires; Nazario, patriarca.








 



SAN MARCO Y MARCELIANO



San Marcos y Marceliano fueron hermanos gemelos, hijos de San Tranqulino y Santa Marcia (romanos gentiles). A los dos hermanos los cría un ayo cristiano, quien les inculcó en la religión, sin que sus padres conocieran de ello.

Tenían grandes deseos de ser célibes, pero se vieron obligados a casarse con doncellas paganas. La esperanza que tenían eran que con el tiempo pudieran convertirlas predicando con su ejemplo.

Eran muy prudentes a la hora de profesar su fe, a pesar de que su familia ya se había enterado de ello. Ésto hizo que pudieran protegerse por un tiempo de los crueles edictos de Diocleciano. Sin embargo, fueron apresados y encerrados en un calabozo. Para ellos esto representó una gran alegría, y el desconcierto de su familia. Ya tenían tiempo pensando en que el martirio era el único objeto de toda su ambición, esperando que el Señor les concediera la gracia de derramar su sangre y dar la vida por si gloria.

Fueron condenados a los azotes, a pesar de que su familia les aconsejaba que renegaran del cristianismo y que en secreto lo ejercieran, no se dejaron amilanar por el castigo. Desesperado el juez Cromacio, al ver que no podía reducirlos, mandó a degollarlos.

Los familiares, desesperados, rogaron que les dieran un plazo de treinta días, el cual les fue concedido. En este tiempo, fueron trasladados de la celda a su casa, donde sus padres y esposas diariamente les rogaban para que dejaran la fe. Al cabo de este plazo, los familiares se habían convertido al cristianismo.

Al presentarse a Cromacio y presentar el padre de nuestros mártires su testimonio, quedó tan impactado que luego de un tiempo se bautizó y dejó su cargo. Lo sucedió Fabiano, un hombre cruel y declarado enemigo de los cristianos, quien retomó la persecución y reabrió las causas que habían quedado pendientes.

Volvieron a ser capturados y sentenciados a muerte apenas se dictara sentencia. Demostró su crueldad Fabiano mandándolos a atar a un tronco y que sean sus pies traspasados con dos grandes clavos. A pesar de todo Marco y Marceliano entonaban cánticos que alababan al Señor. Pasaron así un día y una noche.

Al día siguiente mandó a que se les quitase la vida, traspasándolos con lanzas. Murieron pronunciando el nombre de Jesús y María el 18 de Junio de 286. Fueron enterrados en un lugar llamado de las Arenas, donde se construyó un cementerio. Luego sus reliquias fueron trasladadas a Roma.