26 de marzo de 2023

SAN BRAULIO DE ZARAGOZA

    



Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que siendo amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia ( c.651).

Observación: En el antiguo santoral se lo recordaba el 26 de marzo.

Etimológicamente: Braulio = Toro Bravo, en su origen latino.

Etimológicamente: Braulio = Aquel que resplandece, en su origen germánico.


Se desconoce la cuna, niñez y juventud del santo; pero consta que ya en el año 626 es obispo de Zaragoza.

Participó en la corriente de pensamiento y acción isidoriana que tanto influyó en la cultura de su época y aún en tiempos posteriores. De hecho, fue discípulo de san Isidoro, obispo, escritor y doctor de la Iglesia (c. 560-636). Insistió cerca de él para que diera término a las Etimologías, la conocida y la más famosa e importante obra de san Isidoro donde se recoge el saber antiguo tomado indiscriminadamente de escritores tanto paganos como cristianos y que consta de veinte libros que fueron obligado libro de texto en las escuelas medievales, al tiempo que cauce de transmisión del saber antiguo. La división de toda la obra y sus títulos se deben a san Braulio.

Estuvo presente en los concilios V (636) y VI (638) de Toledo que fueron convocados para fortalecer la autoridad real y donde se resolvieron determinadas cuestiones de régimen eclesiástico y litúrgicas. En estos concilios se contribuyó a elaborar también el sistema de elección de los reyes por los obispos y magnates y llegó a ratificarse la imposibilidad de ser elegido rey alguien que no perteneciera a la nobleza goda.

Se le atribuyen también a san Braulio las Actas de los mártires de Zaragoza.

Llegó a escribir más de 44 cartas, gracias a las cuales pueden llegar a conocerse muchos aspectos de la España visigoda.

Ejerció el santo una notable influencia entre los reyes del tiempo intentando suavizar las leyes con espíritu cristiano y procurando potenciar la unidad del reino. Con Chindasvinto -rey que fue elegido por la nobleza al considerarlo fácilmente manipulable debido a su gran ancianidad-, cuando dicta leyes muy severas contra los magnates traidores que rompieran su juramento de lealtad al rey, llegando a decretar la deportación, la reducción a la esclavitud de sus familias y a la confiscación de sus bienes. De la misma manera, mostró también influjo decisivo cabe el rey Recesvinto, el que reprimió la rebelión del noble Troya, cuando ponía sitio a la ciudad de Zaragoza, el mismo año de la muerte de san Braulio.






 


SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN

 


Cada 25 de marzo, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor.

 

Es decir, se recuerda de manera solemne que, un día como hoy, la historia de la humanidad cambió de curso radicalmente. Dios Todopoderoso invitaba a una humilde doncella de Nazaret, la Virgen María, a cooperar en su plan salvífico: Ella será la madre de su Hijo unigénito, el Señor Jesús.

A la propuesta divina, la “Llena de Gracia” responde con un valiente y generoso “¡Sí!” (cf. Lc 1,26-38). Y desde ese preciso momento las puertas del cielo empiezan a abrirse nuevamente y la amistad entre Dios y el hombre, quebrada antaño por el pecado, quedará restablecida.

Por ese ‘sí’ la Virgen quedará encinta por obra del Espíritu Santo, y será elevada a la condición de Madre de Dios. Llevará a Jesús en el vientre: será primero abrigo y protección, y después la encargada de educar a Aquel que es salud del género humano.

Por qué celebrar: ¡El Verbo de Dios se ha hecho carne!

 

“‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible’. María contestó: ‘Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’. Y la dejó el ángel”        (Lc 1,35- 38).



La Solemnidad de la Anunciación (25 de marzo) se celebra nueve meses antes de la Navidad (25 de diciembre), por lo que puede ser considerada una fiesta navideña. Así lo ha dispuesto la tradición de la Iglesia. Existen fuentes que testimonian que se celebra de esta manera desde el siglo VI en Oriente y desde el siglo VII en Occidente (Roma).

Ciertamente se ha producido un cambio en la designación después del Vaticano II. En el Novus Ordo se ha preferido la expresión “Anunciación del Señor" en vez de la muy popular “Anunciación de María” con el propósito de evitar posibles ambigüedades lingüísticas y subrayar la centralidad de Jesús.

 

La Anunciación y la cultura de la vida

 

María tuvo en su vientre a Jesús. Fueron nueve meses de espera albergando a la fuente de la vida dentro de sí. Nueve meses en los que cada instante era una confirmación de que la naturaleza humana posee una grandeza y dignidad incalculables.

Abrazando lo que somos, Dios quiso vivir cada etapa de nuestra vida terrena, desde la concepción hasta la muerte. No se encarnó a los tres meses de gestación, ni a los seis, ni nada por el estilo, como podría inferirse de esas discusiones contemporáneas sobre cuándo empieza la vida humana y cuándo un ser humano es “realmente” un ser humano. Dios nos alecciona claramente: se es persona desde la concepción.

Y es que la Encarnación se produjo en el instante mismo en el que María concibió del Espíritu Santo: he aquí la razón más elevada por la que la Iglesia defiende a cada ser humano desde el primer instante de su existencia. Por la misma razón, cada 25 de marzo, la Iglesia celebra también “El día del niño por nacer”.





 


¡Feliz día de la Anunciación!

¡Por María entró la alegría al mundo entero!

 

 

SAN DIMAS - EL BUEN LADRÓN



Sólo poseemos noticias ciertas acerca de su muerte y de su solemne canonización -por parte del mismo Jesucristo-, no repetida en la historia de la Santidad.