8 de enero de 2024

INFANCIA MISIONERA 2024 - 14 DE ENERO 2024

Infancia Misionera es una escuela de formación en la fe y en la misión para los niños de todo el mundo.

Ponemos a tú disposición materiales didácticos y amenos para que los niños aprendan a ser los pequeños misioneros de Jesús.

"Comparto lo que soy" es el lema de la Jornada de Infancia Misionera que celebramos el domingo 14 de enero de 2024.

Un día muy importante, en el que los niños estamos invitados a ayudar a los demás niños, especialmente a los que no tienen lo necesario para vivir o no conocen a Dios. Somos misioneros, y nosotros vamos a ayudarles con nuestra oración y nuestro dinero. 



Lucía tiene 9 años. Le gusta el cine, los spaghetti y, sobre todo, el fútbol.  Aunque no es muy buena, juega en un equipo con sus amigos. Se lo pasan muy bien juntos hasta que, un día, las desavenencias en el campo terminan rompiendo el equipo. Providencialmente, la parroquia de Lucía recibe una visita muy especial que le dará las pistas para volver a jugar con sus amigos. ¿Será capaz de lograrlo?

Este es el argumento del corto de animación misionera para la Jornada de Infancia Misionera 2024, que lleva por lema “Comparto lo que soy” y que se celebra en España el próximo domingo 14 de enero. Un vídeo producido por la compañía Stellarum Films y pensado para la catequesis en las parroquias o para los colegios, pero que también puede ser visualizado en casa por las familias.




Desde que somos pequeños vamos recibiendo muchas cosas, especialmente de nuestros padres: la comida, libros, ropa, juguetes… Pero también hay un montón de cosas que recibimos de Dios, como el amor, la esperanza, la fe y nuestros talentos. Todo esto lo hemos recibido gratis, y en el Evangelio leemos: "Dad gratis lo que habéis recibido gratis". Jesús nos enseña a compartir no solo lo que tenemos, sino también lo que somos, como Él hacía con sus discípulos cuando les enseñaba mediante parábolas, rezaban juntos y reían juntos.

OBJETIVOS

Descubrir los dones que nos ha dado Dios tanto a nosotros como a los demás, y dar gracias por ellos a Dios y ponerlos a su disposición.

Reconocer la importancia de compartir con los demás nuestra vida cristiana para colaborar con el crecimiento en la fe de nuestros hermanos.

Comprender que pertenecemos a una comunidad con la que compartir y, por tanto, el valor de no estar solo ni aislado.

Para poder conseguir los objetivos propuestos realizaremos tres actividades.

Actividad 1: ¿Quién soy yo?

Antes de compartir lo que soy, nuestros dones, tenemos que mirar a nuestro corazón y saber cómo somos. Para ello necesitaremos una cartulina blanca y pintura roja por cada niño. Cada uno dibujará un corazón grande y lo recortará. Después, dentro del corazón, escribirán una virtud o don que crean tener. Una vez hecho esto, colgarán a su espalda el corazón mediante un hilo o celo. Se pondrán de pie y caminarán por la sala. Cuando se crucen con un compañero, tendrán que escribir una virtud de este en el corazón que lleva a la espalda. Cuando hayan terminado de escribir, se sentarán en círculo, y cada cual cogerá su corazón y lo leerá en silencio. Cada uno podrá ver que, en realidad, tiene más talentos de los que pensaba.

Actividad 2: ¿Qué hago con esos dones, talentos…?

Habiendo conocido ya nuestro corazón y nuestros dones, vamos a descubrir qué podemos hacer con ellos. Para esto tenemos dos opciones: escuchar la canción de la parábola de los talentos cantada por Valivan, que se puede encontrar escaneando el código QR, o leer el Evangelio de Mt 25,14-30. (Para los pequeños se recomienda ver el vídeo de Valivan). Esta parábola ayuda a los niños a comprender que el Señor nos ha dado a todos talentos, habilidades y oportunidades; y que Él espera que utilicemos todas estas cosas para mejorar nuestra vida y servir a nuestros semejantes.

Actividad 3: GOD TALENT

El mayor don que nos ha dado Dios es ser hijos suyos y pertenecer a su Iglesia. ¿Sabéis que hay muchos niños que todavía no conocen a Dios? ¿Cómo podríamos mostrarle al mundo nuestra fe, nuestra vida cristiana? La tercera actividad va a consistir en realizar un espectáculo como el Got Talent, pero le cambiaremos el nombre a GOD TALENT. Los niños, organizados en grupos pequeños de tres o cuatro personas, en función del número total, tendrán que mostrar "al público" cómo ellos viven su fe –en el colegio, en las catequesis, con sus familias, en los campamentos…–, mediante canciones, mímica, baile, etc.

CONCLUSIÓN

La misión no es solo dar cosas: misión es entregar lo que yo vivo y soy. Misión es sentirme unido a todos los niños del mundo a los que nuestras misioneras y nuestros misioneros están enseñando el Evangelio, la vida de fe, la alegría de ser hijos de Dios. Misión es sentirme responsable, a través de mi oración y de mi entrega personal, de que Jesús sea conocido y amado por todos.


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SAN SEVERINO - EL PREDICADOR


Murió el 9 de enero del año 482, pronunciado la última frase del último salmo de la S. Biblia (el 150): "Todo ser que tiene vida, alabe al Señor".

Había nacido probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania).

Su biografía la escribió su discípulo Eugipio.

A nadie decía que era de Roma (la capital del mundo en ese entonces) ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísmo lo decían.

San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.

Se fue a misionar en las orillas del río Danubio en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo. Nadie le hizo caso, y entonces él, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana. Pocos días después llegaron los terribles "Hunos", bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes.

En Cumana, el santo anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo: "Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. El quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar". Entonces las gentes se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.

En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron. Entonces el santo, acompañado de mucho pueblo, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones.

Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía: "Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder." Y por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad.

El santo iba repitiendo por todas partes aquella frase de la S. Biblia: "Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán" (Romanos 2). Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores: "He pecado y nada malo me ha pasado". Pues todo pecado trae castigos del cielo. Y esto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal.

San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión. Buscando pecadores para convertir recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos, despertando en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo.

Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente: "Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo". Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino respetó el cristianismo y lo apoyó.

Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.

Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.

En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. El les respondió: "¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?". Y se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente.

En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo: "El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia". Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la inca del haciendo perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.

En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la Iglesia y dijo al Danubio: "No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz". El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo.

El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía, sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo: "Si quieren tener la bendición de Dios respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos". Y entonando el salmo 150 se murió, el 8 de enero.

A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido.

Sus restos han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles.

En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.