10 de marzo de 2024

IV DOMINGO DE CUARESMA 2024

 


Hoy 10 de marzo, la Iglesia Católica celebra el IV Domingo de Cuaresma. La lectura del Evangelio de hoy está tomada de Juan, capítulo 3, versículos del 14 al 21 (Jn 3, 14-21). El texto recoge una de las intervenciones de Jesús como parte del diálogo nocturno que sostiene con Nicodemo, hombre prominente entre los judíos y fariseo. El Hijo de Dios alude directamente a su misión redentora que exige su paso por la cruz, pero que ha de liberarnos del pecado y ganar para nosotros la vida eterna.

Jesús recuerda el episodio en el desierto cuando el pueblo de Israel sufre el ataque de las serpientes. Muchos mueren a causa de las mordeduras y Dios ordena a Moisés que haga una serpiente de bronce y la ponga en un mástil: “Cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba la serpiente de bronce y se sanaba” (cfr. Núm 21, 8-9). De manera similar, dice Jesús, “así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Jn 3, 14-15). Dios Padre lo ha enviado no para condenar sino para salvar. Por lo tanto, quien crea en Él jamás se perderá; sin embargo, quien obre el mal y rechace la luz será causa de su propia condenación.

Dice el Papa Francisco: “Este cuarto domingo de Cuaresma la liturgia eucarística comienza con esta invitación: «Alégrate, Jerusalén...». (cf. Is 66,10). En plena Cuaresma, ¿cuál es el motivo de esta alegría? Nos lo dice el Evangelio de hoy: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Este mensaje gozoso es el núcleo de la fe cristiana: el amor de Dios llega a la cumbre en el don del Hijo a una humanidad débil y pecadora. Nos ha entregado a su Hijo, a nosotros, a todos nosotros” (Ángelus, domingo, 14 de marzo de 2021).

Lectura del Evangelio correspondiente al IV Domingo de Cuaresma.  (Jn 3, 14-21)

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.





 

SANTA MARÍA EUGENIA DE JESÚS

El santoral católico recuerda en el día de hoy, 10 de marzo, a Santa María Eugenia de Jesús, una religiosa que fundó la Congregación de Hermanas de la Asunción en París


Santa María Eugenia de Jesús Milleret de Brou,
 una monja de origen francés que fundó en 1839 la Congregación de Hermanas de la Asunción junto a otras dos religiosas y que fue canonizada por el Papa Benedicto XVI en 2007

Nacida en el seno de una familia burguesa en la ciudad francesa de Metz, la educación que le inculcan a Ana Eugenia Milleret de Brou, como así fue llamada la santa en su bautismo, incentiva en ella una gran curiosidad intelectual en una época que estuvo marcada por el Romanticismo. Como tal, la religión católica no está presente en su vida durante sus primeros años, aunque los valores que le inculcan desde pequeña casan a la perfección con lo que predican la Iglesia desde el cristianismo.

La muerte de dos hermanos y la separación de sus padres la llevan con tan sólo 15 años a París, a donde se traslada para vivir junto a su madre. Sin embargo, poco puede disfrutar de la compañía de su progenitora en la capital francesa, ya que el cólera hace enfermar rápidamente a su madre, dejando huérfana a la joven y motivando su conversión al cristianismo. A los 19 años, Ana Eugenia Milleret encuentra en el padre Combalot a su confesor y es ese sacerdote quien designa que va a ser la fundadora de una congregación que el religioso lleva tiempo deseando formar, y que estará enfocada en una vida comunitaria de oración y estudio.

El primer colegio de la orden abre sus puertas en 1841 y está destinado a inculcar los valores tradicionales de la religión en el marco de modernidad que se daba en la época. Se trata de un proyecto en el que Santa María Eugenia de Jesús estuvo involucrada durante toda su vida hasta su fallecimiento en 1898.