Una de las épocas más difíciles para la Iglesia Católica fue "El destierro de Avignon, o destierro de Babilonia". Durante este periodo los Papas tuvieron que salir de Roma, a causa de las continuas e insostenibles revoluciones. Se establecieron en Avignon, una ciudad francesa, poco después del año 1300.
Entre todos los Papas que vivieron en Avignon estaba San Urbano V.
Nació en Languedoc, Francia, en 1310. Hizo sus estudios universitarios y entró de monje benedictino. Fue superior de los principales conventos de su comunidad y como tenía especiales cualidades para la diplomacia. Los Sumos Pontífices que vivieron en Avignon lo emplearon como Nuncio o embajador.
Estaba de Nuncio en Nápoles cuando llegó la noticia de que había muerto el Papa Inocencio VI y que él había sido nombrado nuevo Sumo Pontífice. Y no era ni obispo menos cardenal. En sólo un día fue consagrado obispo, y coronado como Papa.
Como Sumo Pontífice se propuso acabar con los abusos que existían. Quitó los lujos de su palacio y de sus colaboradores. Se preocupó por obtener que el grupo de sus empleados en la Corte Pontificia fuera un verdadero modelo de vida cristiana.
Entregó los principales cargos eclesiásticos a personas de reconocida virtud y luchó fuertemente para acabar con las malas costumbres. Al mismo tiempo trabajó seriamente para elevar el nivel cultural del pueblo y fundó una academia para enseñar medicina.
Con la ayuda de los franciscanos y de los dominicos emprendió la evangelización de Bulgaria, Ucrania, Bosnia, Albania, Lituania, y hasta logró enviar misioneros a la lejana Mongolia. Lo más notorio de este santo Pontífice es que volvió a Roma, después de que ningún Papa lo había hecho desde hacía más de 50 años. Al llegar a Roma no pudo contener las lágrimas. Las grandes basílicas, incluso la de San Pedro, estaban casi en ruinas. La ciudad se hallaba en el más lamentable estado de abandono y deterioro.
Urbano V con sus grandes cualidades de organizador, emprendió la empresa de reconstruir los monumentos y edificios religiosos de Roma. Estableció su residencia en el Vaticano (donde hasta hoy viven los Pontífices). También se dedicó a restablecer el orden en el clero y el pueblo.
Pero las revoluciones se dieron nuevamente, y Urbano, que se encontraba bastante enfermo, dispuso irse otra vez a Francia en 1370. Santa Brígida le anunció que si abandonaba Roma moriría. El 5 de diciembre salió de Roma y el 19 de diciembre murió.
El 18 de diciembre se celebraba en España la fiesta mariana de la "espera del parto" (Exspectatio Partus), establecida en esa fecha por el décimo Concilio de Toledo (656). A esa fiesta se le llamaba "Santa María de la O" porque después de rezar la oración de la tarde (Vísperas, ver: Liturgia de las Horas), el coro sostenía una larga "O". Esta representaba la gran expectación del universo por la venida del Mesías. La "O" expresa actitud de maravilla, expectativa y esperanza por la venida del Mesías (Tamayo, Mart. Hisp., VI, 485).
Este santo es especialmente reconocido por la Iglesia Católica ya que restauró los templos de los Santos Lugares en Jerusalén, después del terrible destrozo que hicieron allí los persas.
En el año 600 el rey persa Cosroes, pagano y enemigo de la religión católica invadió Tierra Santa en Palestina, y ayudado por los judíos y samaritanos fue destruyendo y quemando sistemáticamente todo lo católico: templos, casas religiosas, altares, etc. Mandó matar a millares de cristianos en Jerusalén, a muchos otros los vendió como esclavos y, a otros, los desterró sin piedad. Uno de ellos fue el Arzobispo de Jerusalén, San Zacarías, y fue San Modesto, superior de uno de los conventos de Tierra Santa al que Dios llamaría para reconstruir los templos. Heráclito, el nuevo gobernante, logró alejar a los persas de la ciudad, situación que el santo aprovechó para comenzar el proyecto de reconstrucción, para lo que contó con la ayuda de sus monjes a recoger.
Lo primero que reconstruyó fue el templo del Santo Sepulcro, y luego el de Getsemaní o el Huerto de los Olivos y la Casa de la Última Cena, o Cenáculo.
El Arzobispo Zacarías había muerto en el destierro, y el emperador Heráclito nombró como sucesor de éste a San Modesto. Lo nombró Patriarca Arzobispo de Jerusalén, siendo una elección muy oportuna, porque entonces sí tuvo facilidad para dedicarse a reconstruir los centenares de templos y demás lugares santos destruidos por los bárbaros. Modesto continuó incansable su labor de reconstruir templos, conseguir contribuciones e inspeccionar los trabajos en los diversos sitios.
Murió el 18 de diciembre mientras llevaba un valioso cargamento de ayuda para la restauración de los santos lugares, fue envenenado por unos perversos para poder robarle los tesoros que llevaba.
Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere decir: "Dios es mi auxilio". El santo de hoy se ha hecho universalmente famoso porque tuvo la dicha de recibir uno de los milagros más impresionantes de Jesucristo: su resurrección, después de llevar cuatro días enterrado.
El tercer domingo de Adviento es llamado “domingo de gaudete”, o de la alegría, por la primera palabra del introito de la Misa: Gaudete, es decir, regocíjense.
En esta fecha se permite la vestimenta color rosa como signo de gozo, y la Iglesia invita a los fieles a alegrarse porque ya está cerca el Señor. En la Corona de Adviento se enciende la tercera llama, la vela rosada.
Domingo III de Adviento o de Gaudete: bendición de las figuras del Niño Jesús en las parroquias
Se trata de invitar a los niños y a las familias a llevar a la parroquia la imagen del Niño Dios, que van a colocar en el pesebre de sus hogares. La bendición puede realizarse de manera breve dentro de la celebración Eucarística dominical, o al final de la misma. También puede hacerse en una celebración independiente con todos los niños de la catequesis y sus familias, o realizarse en los hogares con toda la familia. Al final de esta noticia te proponemos algunas celebraciones.
Ante la cercanía del día de la navidad, que anuncia este domingo llamado “Gaudete”, la bendición de las imágenes de los niños Jesús ayudará a tomar más conciencia del gran misterio de la Navidad y a prepararnos mejor a acogerlo y celebrarlo con gran alegría.
En latín «Gaudete» quiere decir «regocijaos», «alégrense», «estad alegres». Se define así a este día por ser «Gaudete» la primera palabra que se menciona en la celebración litúrgica, específicamente en la entrada. El uso del término deriva de un pasaje de la Epístola a los Filipenses (4, 4), que en esa celebración constituye la segunda lectura dominical del “ciclo C”, que hemos apenas inaugurado. Con ese término, se busca animar al pueblo a continuar con la preparación para la Solemnidad de la Natividad del Señor. Se encuentra ya muy cercana, y por eso ha de ser un motivo de gozo y gran alegría para todos. El color litúrgico que viene usado en las vestiduras del celebrante es el rosado.
Domingos de “gaudete” y “laudete”
Hay dos domingos en el año que se permite usar el color rosa en la vestimenta y estos son el cuarto domingo de Cuaresma (laetare) y el tercer domingo de Adviento (gaudete) porque en medio de la “espera”, se recuerda que ya está próxima la alegría de la Pascua o de la Navidad, respectivamente.
En la corona de Adviento también se suele encender una vela rosada.
Siendo muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia, pero éste murió joven al parecer envenenado por los que deseaban quitarle su reino. La santa quedó viuda de sólo 19 años. El usurpador Berengario quería casarla con su hijo, pero como la santa se negó rotundamente a esta unión, Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos. El Padre Martín, su capellán, se quedaba admirado porque Santa Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura ya que todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios. El P. Martín logró liberar a la santa y la refugió en el castillo de Canossa.
Sin embargo, Berengario atacó aquel castillo y Santa Adelaida envió a sus embajadores hacia Alemania para pedir la ayuda de Otón, el Emperador. Pronto llegó éste con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina. El emperador alemán se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aceptó, y el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.
Otón el grande reinó durante 36 años, y mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.
Fundó varios monasterios y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados. Su director espiritual fue en ese tiempo San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad".
Cuando su nieto, Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración y a meditar en las verdades eternas.
Nació en Brescia (Italia) en 1813, y al cumplir los 17 años, consagró su vida al servicio de obras de caridad. En la finca de sus padres fundó con las campesinas de los alrededores una asociación religiosa que las hizo crecer y madurar en la fe católica.
En su parroquia organizó retiros y misiones especiales para las mujeres. En 1836 llegó la peste del cólera a Brescia. Después de la peste, como habían quedado tantas niñas huérfanas, el municipio formó unos talleres artesanales y los confió a la dirección de María de la Rosa que apenas tenía 24 años pero que gozaba de la estima y confianza de toda la ciudad. Desempeñó ese cargo con gran eficacia durante dos años, y luego se dedicó a organizar su propia obra abriendo un internado para las niñas huérfanas o muy pobres. Poco después inauguró también un instituto para niñas sordomudas.
En 1840 se fundó en Brescia una asociación de mujeres piadosas para atender a los enfermos de los hospitales y nombraron como superiora a Santa María de la Rosa. Las mujeres que pertenecían a la asociación se llamaban Doncellas de la Caridad. Al principio sólo eran cuatro jóvenes, pero a los tres meses ya eran 32. Muchas personas admiraban la obra que las Doncellas de la Caridad hacían en los hospitales, atendiendo a los más abandonados y enfermos de gravedad. En 1850 se fue a Roma y obtuvo que el Papa Pío Nono aprobara su consagración.
Nació en Fontiveros, provincia de Ávila (España), hacia el año 1542. Pasados algunos años en la Orden de los carmelitas, fue, a instancias de santa Teresa de Ávila, el primero que, a partir de 1568, se declaró a favor de su reforma, por la que soportó innumerables sufrimientos y trabajos. Murió en Úbeda el año 1591, con gran fama de santidad y sabiduría, de las que dan testimonio precioso sus escritos espirituales.
A Santa Lucía se le ha representado frecuentemente con dos ojos, porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos por proclamar firmemente su fe.
Nació y murió en Siracusa, ciudad de Italia, y gracias a sus múltiples virtudes entre las que se destaca la sencillez, la humildad y la honradez, el Papa San Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
Según la tradición, cuando la santa era muy niña hizo a Dios el voto de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud quiso su madre (que era viuda), casarla con un joven pagano. Lucía finalmente obtuvo el permiso de no casarse, pero el joven pretendiente, rechazado, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que la santa era cristiana, religión que estaba totalmente prohibida en esos tiempos de persecución. Santa Lucía fue llamada a juicio; fue atormentada para obligarla a adorar a dioses paganos, pero ella se mantuvo firme en su fe, para luego ser decapitada.
Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oír Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.
De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oír a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.
Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio. Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".
María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Desde su infancia deseó consagrarse a Dios y dedicó su juventud a ayudar a los necesitados. Atraída por la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, y movida por su amor a la Virgen María, ingresó en el Carmelo de El Escorial el 12 de octubre de 1919.
En 1924 fundó un monasterio de Carmelitas Descalzas en El Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la península, junto al monumento del Corazón de Jesús, como lugar de oración y de inmolación por la Iglesia y por España.
Durante la persecución religiosa la Madre Maravillas brilló por su espíritu de reparación, fortaleza, serenidad y confianza en el Señor. Bajo el signo de la fidelidad a Santa Teresa fundó otros diez Carmelos recuperando lugares de tradición teresiano-sanjuanista. Priora durante largos años, enseñó a sus hermanas con el testimonio de sus virtudes y se distinguió por su vida mística, ardor apostólico y por la bondad unida a la firmeza ante quienes la tenían por verdadera madre. Murió en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, expresando “¡Qué felicidad morir Carmelita!”.
Fue beatificada por vuestra Santidad el 10 de mayo de 1998.
Fue canonizada por el Papa Juan Pablo II, el domingo 4 de mayo de 2003 (tercer domingo de Pascua), durante la V visita de Su Santidad a España. La misa de canonización se realizó en la Plaza Madrid de Colón.
San Juan Diego nació en 1474 en el "calpulli" de Tlayacac en Cuauhtitlán, estaba localizado a 20 kilómetros al norte de Tenochnitlán, México; establecido en 1168 por la tribu nahua y conquistado por el jefe Azteca Axayacatl en 1467. Cuando nació recibió el nombre de Cuauhtlatoatzin, que quiere decir "el que habla como águila" o "águila que habla".
Juan Diego perteneció a la más numerosa y baja clase del Imperio Azteca; según el Nican Mopohua, era un "macehualli", o "pobre indio", es decir uno que no pertenecía a ninguna de las categorías sociales del Imperio, como funcionarios, sacerdotes, guerreros, mercaderes, etc., ni tampoco formaba parte de la clase de los esclavos. Hablándole a Nuestra Señora él se describe como "un hombrecillo" o un don nadie, y atribuye a esto su falta de credibilidad ante el Obispo.
Se dedicó a trabajar la tierra y fabricar matas las que luego vendía. Poseía un terreno en el que construyó una pequeña vivienda. Más adelante, contrajo matrimonio con una nativa sin llegar a tener hijos.
Opción por Jesucristo Juan Diego antes de su conversión era un hombre muy devoto y religioso, -como lo testifica las Informaciones Guadalupanas de 1666-, esto lo ayudó a poder estar mejor preparado para que, entre los años de 1524 y 1525, realice una opción total por el Señor Jesús, bautizándose junto a su esposa; él recibió el nombre de Juan Diego y ella el de María Lucía. Fueron bautizados por el misionero franciscano Fray Toribio de Benavente, llamado por los indios "Motolinia" o " el pobre", por su extrema gentileza y piedad y las ropas raídas que vestía. De acuerdo a la primera investigación formal realizada por la Iglesia sobre los sucesos -las Informaciones Guadalupanas de 1666-, Juan Diego parece haber sido un hombre muy devoto y religioso, aún antes de su conversión.
Juan es la «voz que grita en el desierto: Preparad el camino al Señor».
Es el medio del que Dios se sirve para que el pueblo se prepare para la venida del salvador, el que grita lo que tienen que hacer para que el salvador llegue a ellos.
Hoy son muchas las voces que escuchamos que nos llaman a una vida que no es precisamente la vida del creyente.
Oímos la voz de un mundo sin Dios y sin fe, que vocea a la oreja y al corazón del joven actual; que si se es creyente no se puede ser feliz, porque la fe coarta la libertad; el hacer e ir por donde uno quiera, cuando es todo contrario la fe nos hace libres y rompe todas nuestras esclavitudes. Voces de la mundanidad que invitan a pasarlo bien a costa de lo que sea, pasando por encima de quien y de lo que sea; lo importante es divertirse.
Voces que nos llaman continuamente al egoísmo, a pensar solo en nosotros mismos y a olvidarnos de los demás y a no complicarnos nuestra vida con sus problemas, allá cada uno con lo suyo, sálvese quien pueda, que cada cual se saque sus castañas del fuego.
Voces que desprecian a Dios y la fe en Él como algo inservible e inútil y sobrevaloran el dinero y lo material como el único dios al que servir y lo único que sirve para todo.
Voces y voces y voces que nos aturden y confunden y señalan otro camino distinto o contrario al camino del Evangelio.
Voces que tienen que hacernos pensar que en medio de ellas no puede faltar la voz de los cristianos, que con su vida y testimonio anuncian a Jesús y su mensaje al hombre de hoy, para que se produzca en ellos la conversión.
Yo, tú, todos, podemos anunciar al Señor como hizo Juan el Bautista. Él gritaba el mensaje de Dios en el desierto y llamaba a preparar el camino al salvador. Nosotros estamos todos, como creyentes, llamados a preparar nuestra vida y nuestro corazón para recibir el Salvador que quiere nacer en cada uno de nosotros. Por otra parte estamos llamados a gritar el mensaje de Jesús al hombre de hoy, que vive en medio del mundo tantas veces separado de Dios y su mensaje, pero que lleva en el corazón impreso el sello de Dios, por lo que no prescindir de él, porque como decía san Agustín: «Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
Dios ha querido tener necesidad de nuestra pobre aportación para darse a conocer al hombre actual, para que el mensaje que Él trae llegue al hombre de hoy. Él quiere que le prestemos nuestra voz para decir al hombre actual que tiene que cambiar, que no puede seguir las llamadas de la mundanidad olvidándose de las llamadas que el mismo Dios le hace personalmente. Para ello necesita de nuestra voz, n u e s t r a vida vivida desde los valores que él trae a este mundo; de nuestro testimonio de vida que recuerde, al ser humano del siglo XXI, que Dios quiere nacer en su vida y en su corazón y que debe disponerse a recibirle, como necesitó la voz de los profetas y de Juan para anunciar a su pueblo su llegada a este mundo.
Nuestro mundo actual necesita oír la voz de Cristo que anuncia un estilo propio y peculiar para aquellos que quieran seguirle. Esta voz de Cristo va a llegarles a los hombres de hoy a través nuestro, por medio de nuestra voz, de nuestra vida y de nuestro testimonio. Preparemos el camino al Señor, seamos instrumentos al servicio del anuncio de la llegada de Cristo salvador a la vida de los hombres, descubrámosles que Cristo viene a curar todo lo enfermo que hay en nosotros y dar sentido a todo aquello a lo que, sin Él, no encontraríamos sentido. Pero para ello es necesario que le recibamos, que le abramos nuestro corazón y le dejemos entrar en nuestra vida, porque Cristo ya nació hace veinte siglos, pero quiere nacer hoy y ahora en el corazón de todos los seres humanos del momento actual de nuestra historia.
Monseñor Gerardo Melgar
Obispo Prior de la Diócesis de Ciudad Real
Tan solo hay un nosotros
Nunca en la historia nuestro estilo de vida ha estado tan relacionado con la vida de millones de personas.
En la sociedad del hiperconsumo, nuestros hábitos y decisiones cotidianas influyen en las condiciones de vida de millones de personas que sufren situaciones de pobreza, exclusión y violencia en un mundo cada vez más individualista y desigual.
En nuestro modelo social todo son estímulos, cada vez hay menos espacio para el silencio, para el encuentro, y hasta la solidaridad o la espiritualidad se convierten en artículos de consumo.
Sin embargo, el cambio viene desde el desierto, donde no hay distracciones, solo silencio, donde lo único que importa es la vida.
En el desierto descubrimos lo importante, el valor del hermano, del otro que busca, igual que yo, vivir, ser feliz. En el desierto, lejos del egoísmo, lejos de las luces que me separan de lo importante, me encuentro con el hermano que tan solo quiere una vida mejor. En el desierto desaparecen las fronteras, las barreras físicas y mentales, las razas, las clases sociales… todo lo que hemos creado para no reconocernos. En el desierto encontramos nuestro auténtico yo, en el que Dios habita, encontramos al otro y descubrimos que no hay un “otro”, que, en la humanidad, solo hay un “nosotros”, y todo lo que nos aleje de ahí, nos separa de nuestro auténtico yo, nos distancia del Padre que nos habita.
Francisco Jiménez, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga.
"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles.
"Dogma proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.
San Ambrosio cuyo nombre significa "Inmortal" es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad junto con San Agustín, San Jerónimo y San León.
Cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán, y posteriormente, fue elegido Obispo de esta ciudad por clamor popular. San Ambrosio se negó a aceptar el cargo pues no era sacerdote, pero se hicieron memoriales y el Emperador mandó un decreto señalando que el santo debía aceptar ese cargo. Desde entonces se dedicó por horas y días a estudiar las Sagradas Escrituras hasta llegar a comprenderla maravillosamente.
San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo; además, escribió muy bellos libros explicando la Biblia, y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza. Además de su sabiduría para escribir, tenía el don de la diplomacia siendo llamado muchas veces por el alto gobierno como embajador del país para obtener tratados de paz cuando se suscitaba algún conflicto.
San Ambrosio falleció el viernes santo del año 397, a la edad de 57 años.
San Nicolás, cuyo nombre significa "protector y defensor de los pueblos" fue tan popular en la antigüedad que se le han consagrado en el mundo más de dos mil templos. Era invocado por los fieles en los peligros, en los naufragios, en los incendios y cuando la situación económica se ponía difícil, consiguiendo éstos favores admirables por parte del santo.
Nació en Turquía en el año 439. Era hijo de un comandante del ejército, quien tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Apenas a los ocho años, sufrió el desprecio de sus parientes, los cuales se rehusaban a educarlo. San Sabas, se fue a un monasterio, y después de pasar varios años como monje ejemplar en su tierra, decidió partir a Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país.
Se dedicó a una vida llena de oración y penitencia. Trabajaba diez horas al día, hacía canastos y los vendía para poder llevar alimentos a los más ancianos y débiles.
El santo pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad a lo que el santo accedió. Llegó a tener 150 monjes cerca del Mar Muerto, y cuando tuvo 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa. Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.
Por tres veces fue enviado a Constantinopla, residencia del emperador, a obtener que este no apoyara a los herejes y que favoreciera la Tierra Santa. San Sabas llegó a dirigir personalmente a muchos monjes y entre sus dirigidos hay varios santos canonizados como San Juan Damasceno y San Teodoro.
Murió el 5 de diciembre del año 532, a los 94 años de edad. Su monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo.
Según una antigua tradición, Santa Bárbara era hija de un hombre muy rudo llamado Dióscoro. Como ella no quería creer en los ídolos paganos de su padre, éste la encerró en un castillo, al cual le había mandado colocar dos ventanas, pero la santa mandó a los obreros a que añadieran una tercera ventana para acordarse de las Tres Divinas personas que conforman la Santísima Trinidad. Sin embargo, este acto enfureció más a su incrédulo padre, quien permitió que la martirizaran cortándole la cabeza con una espada.
De esta manera, Santa Bárbara es representada con una espada, una palma (señal de que obtuvo la palma del martirio) y con una corona porque se ganó el reino de los cielos. La misma tradición señala además, que cuando Dióscoro bajaba del monte donde habían matado a su hija, le cayó un rayo y lo mató, y es por este hecho, que muchas personas rezan a la santa para pedir su intersección y verse libre de los rayos de las tormentas. En su sepulcro se obraron muchos milagros.
San Juan Damasceno, el primero de la larga fila de aristotélicos cristianos, fue también uno de los dos grandes poetas de la Iglesia oriental. El santo pasó su vida entera bajo el gobierno de una califa mahometano y este hecho muestra el extraño caso de un Padre de la Iglesia cristiana, protegido de las venganzas de un emperador, cuyas herejías podía atacar impunemente, ya que vivía bajo el gobierno musulmán. Fue uno de los más grandes y fuertes defensores del culto de las sagradas imágenes en la amarga época de la controversia iconoclasta. Como escritor teológico y filósofo, no intentó nunca ser original ya que su trabajo se redujo más bien a compilar y poner en orden lo que sus predecesores habían escrito.
A pesar de su formación teológica, no parece haber considerado al principio, otra carrera sino la de su padre, Jefe del departamento de recaudación de impuestos, a quien sucedió en su oficio. En la corte podía llevar libremente una vida cristiana y ahí se hizo notable por sus virtudes y especialmente por su humildad. Sin embargo, el santo renunció a su oficio y se fue de monje a la "laura" de San Sabas, lugar donde escribió sus primeras obras contra los iconoclastas, compuso himnos y poemas. El resto de su vida la pasó escribiendo teología y poesía en San Sabas, donde murió en a una edad avanzada.