13 de mayo de 2018

DÉCIMO TERCER DÍA: MES DE MARÍA


SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR



Hoy la Iglesia Universal celebra la Solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo, a los cuarenta días de su resurrección.
San Juan Pablo II al meditar esta Solemnidad, en su homilía del 24 de mayo de 2001, señaló que “la contemplación cristiana no nos aleja del compromiso histórico. El ‘cielo’ al que Jesús ascendió no es lejanía, sino ocultamiento y custodia de una presencia que no nos abandona jamás, hasta que él vuelva en la gloria”.
“Mientras tanto -continúa el Santo-  es la hora exigente del testimonio, para que en el nombre de Cristo ‘se predique la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos’”.
Uno de los pasajes bíblicos que narra este episodio de la vida del Señor está en el Evangelio de San Marcos 16,15-20:
“Conclusión del santo evangelio según san Marcos: En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos’. Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”.
Más información:






NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

Cada 13 de mayo se celebra en todo el mundo la Fiesta de la Virgen de Fátima, en memoria de su primera aparición en las colinas de Cova de Iría (Portugal) en 1917.

Los secretos de Fátima

Los tres pastorcitos

Oraciones a la Virgen de Fátima

Oraciones a los 3 pastorcitos

DUODÉCIMO DÍA: MES DE MARÍA



SANTO DOMINGO DE LA CALZADA


Nació en Viloria, Alava, en una humilde familia. Un día, mientras pastoreaba sus ovejas a las orillas del Ebro, oyó la voz de Dios que le llamaba a su servicio. Acudió al monasterio de San Millán de la Cogolla, pero no fue admitido. Tampoco en Santa María de Valvanera, por lo que se decidió por la vida eremítica. Y en los montes que rodean al San Lorenzo, pasó cinco años dedicado a la oracion y penitencia.
En la Edad Media cobró gran auge—junto con Roma y Jerusalén— la peregrinación a Santiago de Compostela, nuestro santo se convirtió en el buen samaritano, el ángel protector de los romeros a Santiago, mejorar los caminos, preparar albergues, movido únicamente por su deseo de ayudar a los peregrinos. Construyó primero una ermita dedicada a Santa Maria desde la que exploraba el horizonte para acudir en ayuda de cualquier prójimo en apuros, y más adelante, un albergue, donde funge de albañil y enfermero. Luego busca recursos y levanta el famoso puente sobre el Oja, que todavía subsiste, tras diez siglos, y años más tarde tala montes y construye una calzada, que actualmente lleva su apellido. Muchos al ver su esfuerzo y los frutos de su obra, deciden colaborar con él, naciendo la ciudad de Santo Domingo de la Calzada.
San Juan de Ortega y Santo Domingo de Silos, que lo conocieron, indicaron las múltiples obras de caridad llevadas a cabo durante más de sesenta años por este benefactor insigne de la humanidad.






SAN PANCRACIO



Es un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declararse creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo. Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre". Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41). Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: "Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre". Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo. Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión. Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo. San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres. FUENTE: www.ewtn.com


UNDÉCIMO DÍA. MES DE MARÍA