7 de diciembre de 2025

II DOMINGO DE ADVIENTO 2025 - CICLO A


Queridos niños y niñas, hoy seguimos nuestro camino de Adviento. La semana pasada abrimos la primera parte de la Ventana del Adviento para dejar entrar la luz nueva. Hoy la abrimos un poquito más para que entre el viento del Espíritu, ése que limpia, renueva y nos ayuda a volvernos más hacia Jesús. Hoy aparece un personaje muy importante: Juan Bautista. Él nos dice: “Preparad el camino, convertíos. ¡Viene la Luz!”

Nos invita a convertirnos, a cambiarnos por dentro, igual que el gusano que se transforma en mariposa. Así también nosotros podemos dejar que Jesús nos haga más buenos, más atentos y más amigos de la paz.

Vamos a empezar esta celebración con el corazón abierto, dispuestos a escuchar, a cambiar y a dejar que Jesús nos transforme.

Con alegría, encendemos la segunda vela y decimos: “Señor Jesús, queremos estar despiertos para cuando Tú llegues.”

ORACIÓN PARA ENCENDER EL SEGUNDO CIRIO DE ADVIENTO

Señor Jesús, hoy abrimos un poco más la Ventana del Adviento para que entre tu viento nuevo, el que nos limpia por dentro y nos ayuda a cambiar.

Juan Bautista nos invita a preparar tu camino y a convertirnos, a dejarnos transformar, como el gusano que se convierte en mariposa.

Encendemos este segundo cirio para decirte que sí queremos convertirnos, cambiar, ser mejores, más sinceros, más amigos tuyos.

Que tu luz nos ilumine y tu Espíritu nos transforme por dentro.

Ven, Señor Jesús, y haz nuevas nuestras vidas. Amén.

PETICIONES DE PERDÓN

Somos muy conscientes de que muchas veces nos olvidamos de preparar el camino al Señor. Por eso, le pedimos perdón:

• Cuando nos olvidamos de estar vigilantes para verte llegar a nuestra casa, Señor, ten piedad.

• Cuando no sabemos abrir nuestro corazón a los demás, Cristo, ten piedad.

• Cuando hacemos las cosas sin ilusión, Señor, ten piedad.

VER:

La semana pasada comenzábamos el tiempo de Adviento, y dijimos que es como cuando abrimos una ventana por la mañana para que entre la luz nueva y el aire fresquito que lo renueva todo. Por eso, durante el Adviento tenemos delante el dibujo de una ventana, que iremos abriendo cada domingo.

Decíamos que, si en nuestra casa no abrimos las ventanas y estamos con las persianas bajadas, el aire no huele bien, la casa está oscura, se hacen humedades, no vemos bien para limpiar… Y aunque nosotros no lo notemos, si llega alguien de visita sí que lo nota.

Eso mismo ocurre con nuestra alma: a veces la tenemos cerrada y con la persiana bajada. Esto ocurre cuando no rezamos, cuando no participamos en la Eucaristía, cuando nuestro comportamiento no es conforme a lo que Jesús nos enseña… Y cuando esto ocurre, lo que hacemos y pensamos “no huele bien”, el pecado va dejando telarañas y suciedad en nuestra alma… Y nosotros no nos damos cuenta, pero los demás sí que lo notan.

En Navidad celebramos que Jesús viene a visitarnos. Por eso, para recibirle bien, antes hemos de “ventilar” nuestra alma y “limpiar los cristales”, es decir, nuestra mirada. Cuando una ventana tiene los cristales sucios, no se ve bien a través de ella; del mismo modo, si nuestra mirada no está “limpia”, tampoco podremos ver bien a los demás ni podremos distinguir bien a Jesús cuando venga.

Cuando vamos abriendo la ventana de nuestra vida y limpiando nuestra mirada, podemos ver mejor la “suciedad y telarañas”, es decir, el pecado, para poderlo limpiar con el Sacramento de la Reconciliación. Y, además, también entra el “aire limpio” del Espíritu Santo, que renueva y oxigena nuestra alma. Y así estaremos bien preparados para recibir la visita de Jesús.

JUZGAR:

La Palabra de Dios, cada domingo de Adviento, nos va a ayudar a que abramos la ventana de nuestra vida y vayamos limpiando todo lo que nos impide ver bien a Jesús, que viene a nosotros.

La semana pasada abrimos una parte, y con el ejemplo del relato de Noé, que sabía que iba a diluviar y se preparó (de forma simbólica en el dibujo “cogió un paraguas”), se nos invitaba a no estar “adormilados”.

Dijimos que nos proponíamos identificar qué cosas me hacen estar distraído: pensar mucho en los regalos, en los adornos, en las comidas, en las fiestas… y nos proponíamos “limpiar los cristales”, limpiar nuestra mirada: rezar al comenzar el día o al terminarlo, o leer el Evangelio, y no faltar ningún domingo a la

Eucaristía, porque sabemos que viene Jesús y hemos de estar preparados.

Esta semana, en la 1ª lectura, de nuevo el profeta Isaías nos ponía delante esa “visión” del futuro de paz que Dios nos tiene preparado: “Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito…”

Un futuro que nos perdemos si mantenemos cerrada la ventana de nuestra vida.

Y también nos ha dicho: “Brotará un renuevo del tronco de Jesé…” Isaías dice que Dios puede hacer que aparezca un brote nuevo de un tronco seco. Del mismo modo, nuestra vida a veces parece “un tronco seco”, porque es rutinaria, triste… pero si abrimos la ventana de nuestra vida Dios también hará que brote algo nuevo.

Y brotará porque Isaías también anuncia a Alguien sobre el que “se posará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor…” Éstos son los dones del Espíritu Santo. Por eso, cuando abrimos la ventana de nuestra vida y dejamos que entre el viento del Espíritu, Él nos renueva por dentro con sus dones y hace brotar algo nuevo.

Eso de “renovarnos por dentro” es lo que Juan el Bautista, en el Evangelio, pedía a la gente: “Convertíos… preparad el camino del Señor”. Juan es la voz que nos llama a prepararnos para recibir al Señor, que viene a nosotros, como también ha dicho: “El que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias”.

Y, como parte de la conversión, también ha dicho: “Allanad sus senderos”, porque en ese camino entre Jesús y nosotros hay obstáculos que dificultan nuestra conversión y que nos demos cuenta de su venida.

Cuando dejamos que en una habitación entre la luz, podemos descubrir que hay desorden, trastos por en medio… y si viene una visita, no se podrá ni sentar. Del mismo modo, al abrir la ventana de nuestra vida y dejar que entre la Luz de Jesús, nos daremos cuenta de que también tenemos “desorden”: malos pensamientos, cosas que no hacemos bien o que podríamos hacerlas mejor… Y que también hay muchos “trastos”: actividades, aficiones… que no es que sean malos, sino que nos absorben demasiado y están ocupando demasiado tiempo en nuestra vida.

Vemos en el dibujo que, junto a Juan el Bautista, hay un saltamontes, porque decía el Evangelio que “Juan se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”.

El saltamontes es un insecto que recibe este nombre porque tiene unas patas muy fuertes que le permiten saltar y avanzar pasando por encima de los obstáculos.

En este segundo domingo de Adviento, al abrir la ventana de nuestra vida, se nos invita a imitar al saltamontes, a dejar que el viento del Adviento fortalezca nuestra alma con los dones del Espíritu para no quedar paralizados porque vemos muchos obstáculos para acoger a Jesús, o porque nos da pereza quitar los “trastos”, lo que nos quita demasiado tiempo… sino que podamos “saltar por encima” de nuestra pereza y comodidad para despejar el terreno, para poner todo en su sitio y que no sea un estorbo para lo importante en Navidad, que es recibir a Jesús y encontrarnos con Él.

ACTUAR:

Por lo tanto, al abrir este domingo la segunda parte de la ventana de nuestra vida, teniendo presente lo que ya dijimos la semana pasada, esta semana vamos a seguir limpiando los cristales de nuestra mirada, para ver bien, para identificar qué “desorden” y qué “trastos” hay en nuestra vida: El desorden puede ser que, aunque queremos rezar cada día, o leer el Evangelio, nunca encontramos tiempo y se nos pasa. Hoy podemos marcarnos una hora concreta: por ejemplo, 5 minutos antes de comer, o de cenar; o bien, enseguida que me meto en la cama.

Los trastos son todo eso que me absorbe demasiado: móvil, videojuegos, series de televisión, mucho tiempo en el parque jugando… Y también marcarme un tiempo concreto para todo eso.

Si vamos abriendo así la ventana de nuestra vida, irá surgiendo ese “brote nuevo” que decía Isaías y, con la fuerza del Espíritu, nos iremos “convirtiendo” como pedía Juan el Bautista, nos iremos renovando por dentro y haremos como el saltamontes, no dejaremos que los obstáculos nos detengan. Y así estaremos preparando y allanando bien el camino para recibir a Jesús.

PETICIONES

1. Por la Iglesia, para que, como Juan Bautista, invite a todos a preparar los corazones para recibir a Jesús con alegría y esperanza. R.: Señor, que tu luz nos transforme.

2. Por todas las familias, para que este Adviento nos ayude a cambiar por dentro: ser más pacientes, más generosos y más amigos de la paz. R.: Señor, que tu luz nos transforme.

3. Por los que están tristes, enfermos o preocupados, para que la luz de Jesús entre en su vida como un soplo de consuelo y esperanza. R.: Señor, que tu luz nos transforme.

4. Por nuestro colegio y nuestra parroquia, para que sepamos abrir nuestras ventanas al viento del Espíritu, limpiando telarañas de egoísmo, enfados y malas palabras. R.: Señor, que tu luz nos transforme.

5. Por los niños que celebramos el Adviento, para que nos dejemos transformar y, como el saltamontes, superemos los obstáculos para preparar bien el camino a Jesús. R.: Señor, que tu luz nos transforme.














SAN AMBROSIO

                                          

San Ambrosio cuyo nombre significa "Inmortal" es uno de los más famosos doctores que la Iglesia de occidente tuvo en la antigüedad junto con San Agustín, San Jerónimo y San León.
Cuando apenas tenía 30 años fue nombrado gobernador de todo el norte de Italia, con residencia en Milán, y posteriormente, fue elegido Obispo de esta ciudad por clamor popular. San Ambrosio se negó a aceptar el cargo pues no era sacerdote, pero se hicieron memoriales y el Emperador mandó un decreto señalando que el santo debía aceptar ese cargo. Desde entonces se dedicó por horas y días a estudiar las Sagradas Escrituras hasta llegar a comprenderla maravillosamente.
San Ambrosio componía hermosos cantos y los enseñaba al pueblo; además, escribió muy bellos libros explicando la Biblia, y aconsejando métodos prácticos para progresar en la santidad. Especialmente famoso se hizo un tratado que compuso acerca de la virginidad y de la pureza. Además de su sabiduría para escribir, tenía el don de la diplomacia siendo llamado muchas veces por el alto gobierno como embajador del país para obtener tratados de paz cuando se suscitaba algún conflicto.
San Ambrosio falleció el viernes santo del año 397, a la edad de 57 años.