Blog Educativo: Religión Católica. CEIP Luis Palacios Valdepeñas (Cuidad Real)
21 de diciembre de 2025
¡FELIZ NAVIDAD!
- Qué es la Navidad?
- Los Orígenes de la Navidad
- Tradiciones y Costumbres
- Y nació de María Virgen...
- Los Reyes Magos
La Epifanía
- Epifanía: La manifestación del Señor
- La Epifanía (artículo de la Enciclopedia Católica)
- Los Reyes Magos (artículo de la Enciclopedia Católica)
- La arqueología hace revelaciones sobre los Reyes Magos
- Dios ha manifestado su salvación en todo el mundo
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Recursos
- Calendario Litúrgico de Navidad
- Rompecabezas sobre Navidad
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- ¿Quién es Santa Claus o Papá Noel?
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- Liturgia de Navidad
- Novena de Navidad
- Oración para rezar en familia ante el Pesebre en Nochebuena
- Y el discípulo la acogió en su casa...
Los Santos y la Navidad
- De las cartas de San Atanasio, Obispo
- De los capítulos de las cinco centurias de San Máximo Confesor, Abad
- De los sermones de san Agustín, obispo
- De los sermones de San Bernardo, abad
- De los sermones de San León Magno
- De los sermones de San León Magno
- De los sermones de San León Magno
- De los sermones de San Pedro Crisólogo, Obispo
- De los sermones de San Proclo de Constantinopla, Obispo
- De los Tratados de San Agustín sobre el Evangelio de San Juan
- Del comentario de San Cirilo de Alejandría sobre el Evangelio de San Juan
- Del libro de San Basilio Magno, Obispo, sobre el Espíritu Santo
- Del tratado de san Hipólito, presbítero Refutación de todas las herejías
IV DOMINGO DE ADVIENTO 2025 - CICLO A
Abrimos la última parte de la ventana del Adviento, la
ventana de nuestra vida. Necesitamos abrir de par en par el corazón, dejar que
entre la luz nueva que ilumina lo que aún está oscuro, limpiar lo que nos
impide ver y permitir que el VIENTO del Adviento renueve lo que está cansado o
roto.
Este domingo, al abrir el último cuarto de la ventana,
descubrimos a SAN JOSÉ, el hombre silencioso y fiel, que se apoya en el bastón
de la fe, que escucha a Dios incluso cuando no entiende bien lo que ocurre. Él
abre su propia ventana interior, deja que entre la luz del Espíritu y acepta
con fe el misterio de Jesús.
Con alegría, encendemos la cuarta vela y decimos: “Señor
Jesús, queremos estar despiertos para cuando Tú llegues.”
ORACIÓN PARA ENCENDER EL CUARTO CIRIO DE ADVIENTO
Señor Jesús,
en este cuarto domingo de Adviento
encendemos la cuarta vela.
Te presentamos a San José,
hombre silencioso y fiel,
que abrió su corazón a tu palabra
y acogió tus planes superando su miedo.
Él supo limpiar los cristales de su mente y de su
corazón,
y confió en tu Palabra cuando todo parecía incierto.
Ayúdanos a apoyarnos, como San José, en el bastón de la
fe
para acoger a Jesús con la misma humildad y prontitud.
Que tu viento del Adviento
acabe de limpiar lo que oscurece nuestro corazón
y nos prepare para recibirte con alegría.
Haznos sembradores de paz
en nuestra familia, en la escuela,
en nuestro barrio y allí donde estemos.
Ven, Señor Jesús, Emmanuel, quédate con nosotros
y transforma nuestra vida con tu luz. Amén.
PETICIONES DE PERDÓN
Comenzamos la celebración, pidiendo perdón al Señor, por
no vivir la alegría de su venida y de su presencia en nuestras vidas.
• Por todas las veces en que vivimos cada uno por nuestro
lado, sin pensar en los demás. Señor ten piedad.
• Por todas las veces en que nos aislamos y no queremos
participar en las cosas que se organizan, Cristo ten piedad.
• Por todas las veces en que no consolamos ni ayudamos a
los que están tristes y nos necesitan, Señor ten piedad.
VER:
Comenzábamos el tiempo de Adviento diciendo que es como
cuando abrimos una ventana por la mañana para que entre la luz nueva y el aire
fresquito que lo cambia todo. Por eso, durante el Adviento hemos tenido delante
el dibujo de una ventana, que hemos ido abriendo cada domingo.
Decíamos también que, si en nuestra casa no abrimos las
ventanas y estamos con las persianas bajadas, el aire no huele bien, la casa
está oscura, se hacen humedades, no vemos bien para limpiar… Y aunque nosotros
no lo notemos, si llega alguien de visita sí que lo nota.
Eso mismo ocurre con nuestra alma: a veces la tenemos
como cerrada y con la persiana bajada. Esto ocurre cuando no rezamos, cuando no
participamos en la Eucaristía, cuando nuestro comportamiento no es conforme a
lo que Jesús nos enseña… Y cuando esto ocurre, lo que hacemos y pensamos “no
huele bien”, el pecado va dejando telarañas y suciedad en nuestra alma… Y nosotros
no nos damos cuenta, pero los demás sí que lo notan.
En Navidad celebramos que Jesús viene a visitarnos. Por
eso, para recibirle bien, hemos estado “ventilando” nuestra alma y “limpiando
los cristales”, es decir, nuestra mirada. Así hemos podido ver mejor la
“suciedad y telarañas”, es decir, el pecado, para poderlo limpiar con el
Sacramento de la
Reconciliación. Y, además, hemos dejado entrar el “aire
limpio” del Espíritu Santo, que renueva y oxigena nuestra alma.
Y así nos hemos preparado bien para recibir la visita de
Jesús.
JUZGAR:
La Palabra de Dios, cada domingo de Adviento, nos ha
ayudado a abrir cada vez más la ventana de nuestra vida y a ir limpiando todo
lo que nos impide ver bien a Jesús, que viene a nosotros.
El primer domingo, con el ejemplo del relato de Noé, se
nos invitaba a no estar “adormilados” e identificar qué cosas me hacen estar
distraído, y nos proponíamos rezar al comenzar el día o al terminarlo, o leer
el
Evangelio, y no faltar ningún domingo a la Eucaristía,
porque sabemos que viene Jesús y hemos de estar preparados.
El segundo domingo, con la llamada de Juan el Bautista a
convertirnos, nos propusimos identificar qué “desorden” y qué “trastos” hay en
nuestra vida que nos impiden acoger bien a Jesús. Y decíamos que, con la fuerza
del Espíritu y sus dones, nos iremos “convirtiendo”, nos iremos renovando por
dentro y haremos como el saltamontes, no dejaremos que los obstáculos nos
detengan. Y así estaremos preparando y allanando bien el camino para recibir a
Jesús.
La semana pasada decíamos que, ante el ya próximo
nacimiento de Jesús, teníamos que preparar con paciencia la “canastilla” con
todo lo que vamos a necesitar para celebrar su nacimiento. Y que no se trataba
de hacer más cosas, sino de hacer mejor lo que ya estoy haciendo para que en mi
vida entre el viento del Adviento, revisando los compromisos de las semanas anteriores
y viendo si los estoy cumpliendo o necesito hacer algunos ajustes.
Y también preparábamos la “canastilla” con obras de amor,
gestos de misericordia… que vemos a nuestro alrededor y que nosotros mismos
también podemos hacer.
Y esta semana abrimos la última parte de la ventana del
Adviento y vamos a limpiar el último cristal. Y nos encontramos con José, el
esposo de María.
Hemos escuchado que José “era justo”. Esto significa que
era un hombre de fe, y que toda su vida “se ajustaba” a Dios, procuraba hacer
siempre lo que Dios le pide. Siguiendo con nuestro ejemplo, podríamos decir que
José tenía la ventana de su vida bien abierta, y los cristales muy limpios, y
que lo vería todo claro y bien.
Pero José se ha encontrado con una situación que no
comprende: su novia, María, está esperando un hijo, pero ellos todavía no viven
juntos…
Y de repente José siente como si por la ventana de su
vida dejase de entrar la luz de Dios: está confundido, se siente herido en su
corazón, sin entender lo que ocurre, no ve claro lo que está ocurriendo, lo ve
todo borroso…
Pero José no “cierra la ventana”, José no se encierra en
sí mismo, sino que sigue abierto a Dios, y por eso puede volver a entrar la
luz, cuando el ángel le dice: “No temas acoger a María, tu mujer, porque la
criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo…”
Y, como José conocía la Escritura, se acuerda de lo que
había dicho el profeta Isaías, y que hoy hemos escuchado en la primera lectura:
“La virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre
Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”” Y así puede
creer que lo que está ocurriendo es lo que Dios había prometido, y por eso,
deja pasar la luz del Espíritu, se fía de Dios y acoge a María y a su Hijo.
ACTUAR:
Ya hemos abierto completamente la ventana de nuestra vida
para dejar que entre la Luz de Dios y el viento del Espíritu, y ya hemos
limpiado nuestra mirada para distinguir los signos de la presencia de Jesús. El
ejemplo de San José nos da varias pistas para vivir bien la Navidad, para
acoger a Jesús:
Lo primero, revisar si nosotros “somos justos”, si
nuestras palabras y obras “se ajustan” a lo que Dios nos pide en el Evangelio.
También podemos pensar cómo reaccionamos cuando ocurre
algo en nuestra vida como lo que le ocurrió a José, algo que nos descoloca (un
problema, un contratiempo, un desengaño…) para ver si nos cerramos en banda o
permanecemos abiertos a Dios, aunque no veamos claro lo que ocurre ni qué
hacer.
Y gracias San José nos damos cuenta de lo importante que
es conocer la Palabra de Dios, para tenerla presente y ver cómo ilumina todas
las situaciones por las que pasamos, las buenas y también las difíciles, y
comprobar si tenemos fe, si nos fiamos de lo que Dios nos dice en su Palabra,
aunque a veces sigamos sin tenerlo todo claro.
Ya estamos a punto de celebrar la Navidad: la ventana de
nuestra vida está completamente abierta y ya vemos al Niño Dios. Como ha dicho
Isaías, celebramos que Jesús es el “Dios-con-nosotros”, el Dios que quiere
estar con nosotros en todos los momentos y circunstancias de la vida.
Tengamos presente la imagen de la ventana durante estos
días y recordemos lo que hemos ido diciendo, para que nuestra vida, como la de
san José, siga siempre bien abierta a Dios para que entre su Luz, que es
Jesús, su Hijo, que nace una vez más entre nosotros para
que tengamos su misma Vida.
SAN PEDRO CANISIO
Este santo, llamado "el segundo evangelizador de Alemania", es venerado como uno de los creadores de la prensa católica y fue el primero del numeroso ejército de escritores jesuitas.
Nació en Nimega, Holanda en 1521. A los 19 años, consiguió la licenciatura en teología, y para complacer a su padre se dedicó a especializarse en abogacía. Sin embargo, tras realizar algunos Ejercicios Espirituales con el Padre Favro, que era compañero de San Ignacio, se entusiasmó por la vida religiosa, hizo votos o juramento de permanecer siempre casto, y prometió a Dios hacerse jesuita.
Fue admitido en la comunidad y los primeros años de religioso los pasó en Colonia, Alemania, dedicado a la oración, el estudio, la meditación y la ayuda a los pobres. Fue muy caritativo y amable con las personas que le discutían, pero tremendo e incisivo contra los errores de los protestantes.
San Pedro Canisio tenía una especial cualidad para resumir las enseñanzas de los grandes teólogos y presentarlas de manera sencilla para que el pueblo pudiese entender. Logró redactar dos Catecismos, uno resumido y otro explicado. Estos dos libros fueron traducidos a 24 idiomas y en Alemania se propagaron por centenares y millares.
En los treinta años de su incansable labor de misionero recorrió treinta mil kilómetros por Alemania, Austria, Holanda e Italia. Parecía incansable, y a quien le recomendaba descansar un poco le respondía: "Descansaremos en el cielo".
Por muchas ciudades de Alemania fue fundando colegios católicos para formar religiosamente a los alumnos. Además, ayudó a fundar numerosos seminarios para la formación de los futuros sacerdotes. Alemania, después de San Pedro Canisio, era más católico. San Pedro Canisio se dio cuenta del inmenso bien que hacen las buenas lecturas. se propuso formar una asociación de escritores católicos.
Estando en Friburgo el 21 de diciembre de 1597, después de haber rezado el santo Rosario, exclamó lleno de alegría y emoción: "Mírenla, ahí esta. Ahí está". Y murió. La Virgen Santísima había venido para llevárselo al cielo.
El Sumo Pontífice Pío XI, después de canonizarlo, lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1925.









