El 1° de noviembre la Iglesia Católica se llena de
alegría al celebrar la Solemnidad de todos los Santos, aquellos conocidos y
desconocidos, que con su vida son ejemplo de que sí es posible la santidad.
“Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta
muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo
Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del
mundo, nos rodean, nos animan, y cantan todos juntos un poderoso himno de
gloria”, decía San Juan Pablo II un primero de noviembre de 1980.
Esta celebración fue instaurada como consecuencia de la
Gran Persecución de Diocleciano, a inicios del S. IV, por la gran cantidad de
mártires causados por el poder romano.
El Papa Gregorio III la fijó para el 1 de noviembre en el
S. VIII, como respuesta a la celebración pagana del “Samhain” o año nuevo celta
que se celebra la noche del 31 de octubre. Más adelante Gregorio IV extendería
esta festividad a toda la Iglesia.
El Papa Francisco, el 2 de octubre del 2013, ante una
gran multitud de gente, enfatizó: “Dios te dice: no tengas miedo de la
santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por
Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos
contagiar por la santidad de Dios”.
¿Qué se celebra en la fiesta de Todos los Santos?
Sin embargo, para los creyentes es la fiesta de todos los
Santos la que verdaderamente tiene relevancia y refleja la fe en el futuro para
quienes esperan y viven según el Evangelio predicado por Jesús. El respeto a
los restos mortales de quienes murieron en la fe y su recuerdo, se inscribe en
la veneración de quienes han sido "templos del Espíritu Santo".
Como asegura Bruno Forte, profesor de la Facultad
teológica de Nápoles, al contrario de quienes no creen en la dignidad personal
y desvalorizan la vida presente creyendo en futuras reencarnaciones, el
cristiano tiene "una visión en las antípodas" ya que "el valor
de la persona humana es absoluto". Es ajena también al dualismo heredero
de Platón que separa el cuerpo y el alma. "Este dualismo y el consiguiente
desprecio del cuerpo y de la sexualidad no forma parte del Nuevo Testamento
para el que la persona después de la muerte sigue viviendo en tanto en cuanto
es amada por Dios". Dios, añade el teólogo, "no tiene necesidad de
los huesos y de un poco de polvo para hacernos resucitar. Quiero subrayar que
en una época de "pensamiento débil" en la que se mantiene que todo
cae siempre en la nada, es significativo afirmar la dignidad del fragmento que
es cada vida humana y su destino eterno".
La fiesta de Todos los Fieles Difuntos fue instituido por
San Odilón, monje benedictino y quinto Abad de Cluny en Francia el 31 de
octubre del año 998. Al cumplirse el milenario de esta festividad, el Papa Juan
Pablo II recordó que "San Odilón deseó exhortar a sus monjes a rezar de
modo especial por los difuntos. A partir del Abad de Cluny comenzó a extenderse
la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y llegó a convertirse
en lo que San Odilón llamó la Fiesta de los Muertos, práctica todavía hoy en
vigor en la Iglesia universal".
"Al rezar por los muertos -dice el Santo Padre-, la
Iglesia contempla sobre todo el misterio de la Resurrección de Cristo que por
su Cruz nos obtiene la salvación y la vida eterna. La Iglesia espera en la
salvación eterna de todos sus hijos y de todos los hombres".
Tras subrayar la importancia de las oraciones por los
difuntos, el Pontífice afirma que las "oraciones de intercesión y de
súplica que la Iglesia no cesa de dirigir a Dios tienen un gran valor. El Señor
siempre se conmueve por las súplicas de sus hijos, porque es Dios de vivos. La
Iglesia cree que las almas del purgatorio "son ayudadas por la intercesión
de los fieles, y sobre todo, por el sacrificio propiciatorio del altar",
así como "por la caridad y otras obras de piedad".
En razón a ello, el Papa a los católicos "a rezar
con fervor por los difuntos, por sus familias y por todos nuestros hermanos y
hermanas que han fallecido, para que reciban la remisión de las penas debidas a
sus pecados y escuchen la llamada del Señor".
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Información extraída de www.aciprensa.com
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