Con el Domingo de Resurrección comienza los cincuenta días del tiempo pascual que concluye en Pentecostés. La Octava de Pascua se trata de la primera semana de la Cincuentena; se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos.
Las lecturas evangélicas se centran en los relatos de las apariciones del Resucitado, la experiencia que los apóstoles tuvieron de Cristo Resucitado y que nos transmiten fielmente. En la primera lectura iremos leyendo de modo continuo las páginas de los Hechos de los Apóstoles.
En este tiempo litúrgico, la primera lectura que comúnmente se toma del Antiguo Testamento, se cambia por una de Los Hechos de los Apóstoles.
El lunes de la octava de Pascua es fiesta en la mayoría de países europeos y en algunas comunidades españolas. Esta costumbre tiene sus orígenes en el hecho de que entre los siglos IX al XIII en la mayor parte de los lugares se oía Misa y se abstenían de trabajos serviles durante toda la semana de Pascua; más tarde esta norma se limitó a dos días (lunes y martes) y desde finales del siglo XVIII, quedó reducida al lunes solamente. En algunos países como los Estados Unidos y actualmente en España en algunas comunidades, incluso el lunes no es fiesta de precepto.
También ocurre esto último en Italia, donde no es un día de precepto pero si un día festivo que tiene una denominación especial, se le llama el “lunedì dell’Angelo” (el lunes del Ángel) y que recibe el nombre popular de Pasquetta en casi toda Italia, con pequeñas excepciones, como los genoveses entre otros, que le dan este nombre al seis de enero.
En el evangelio de Marcos se cuenta cómo pasado el sábado María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ungir el cuerpo de Jesús. Iban preocupadas porque no sabían quién les movería la piedra de la puerta del monumento. Cuando llegaron vieron que la piedra estaba movida. Entrando en el monumento vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca y quedaron sobrecogidas de espanto. El Ángel les dijo “No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; no está aquí; mirad el sitio donde lo pusieron. (Cfr Mc 16, 1-8).
A pesar de que estos hechos que relatamos ocurrieron el día después de la Pascua (hebrea), que cayó en sábado en aquella ocasión, la tradición los ha trasladado al día después de nuestra Pascua.
Esta fiesta civil, con un trasfondo religioso, fue instaurada en Italia después de la Gran guerra, con el fin de prolongar la fiesta de la Pascua y los italianos, aprovechando la recién llegada primavera.
Hoy primer lunes de Pascua, la Iglesia celebra el llamado “Lunes del Ángel”, llamado así porque fue precisamente un ángel en el sepulcro, el que anunció a las mujeres que el Señor Jesús había resucitado.
San Juan Pablo II hizo una explicación de este día en 1994.
“¿Por qué se le llama así?”, se le preguntó al Pontífice, poniendo en evidencia la necesidad de destacar la figura de aquel ángel, que dijo desde lo más profundo del sepulcro: “Ha resucitado”.
Estas palabras “eran muy difíciles de pronunciar, de expresar, para una persona. También, las mujeres que fueron al sepulcro lo encontraron vacío, pero no pudieron decir "ha resucitado"; solo afirmaron que el sepulcro estaba vacío. El ángel dice más: "no está aquí, ha resucitado”.
Así lo narra el Evangelio según San Mateo: "El ángel tomó la palabra y les dijo a las mujeres: 'Vosotras no tengáis miedo; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como había dicho. Venid a ver el sitio donde estaba puesto. Marchad enseguida y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; irá delante de vosotros a Galilea: allí le veréis. Mirad que os lo he dicho'". (Mt 28, 5-7)
Los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Como criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles.
El resplandor de su gloria da testimonio de ello: Cristo es el centro del mundo de los ángeles y estos le pertenecen, más aún, porque los hizo mensajeros de su designio de salvación.
Desde hoy, hasta el final de la Pascua en Pentecostés, se
recita la oración del Regina Coeli en vez del Ángelus. Durante el tiempo
pascual la Iglesia Universal se une en la oración Regina Coeli o Reina del
Cielo para unirse con alegría a la Madre de Dios por la resurrección de su Hijo
Jesucristo, hecho que marca el misterio más grande de la fe católica.
El rezo de la antífona de Regina Coeli fue establecida
por el Papa Benedicto XIV en 1742 y reemplaza durante el tiempo pascual –desde
la celebración de la resurrección hasta el día de Pentecostés – al rezo del
Ángelus cuya meditación se centra en el misterio de la Encarnación.
Al igual que el Ángelus, el Regina Coeli se reza tres
veces al día, al amanecer, al mediodía y al atardecer como una manera de consagrar
el día a Dios y a la Virgen María.
No se conoce el autor de esta composición litúrgica que
data siglo XII, pero se sabe que era repetido por los frailes menores
franciscanos después de las completas (Liturgia de las Horas) en la primera
mitad del siguiente siglo. Luego, la popularizaron y extendieron por todo el
mundo cristiano.
En 2009, el Papa Emérito Benedicto XVI señaló que el
“alégrate” María pronunciado por el ángel resuena en una invitación a la
alegría: “Alégrate y regocíjate, Virgen María, aleluya, porque verdaderamente
el Señor ha resucitado, aleluya”.
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