San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo
VII ya que Dios le concedió desde muy pequeño grandes cualidades para trabajar
con mucho arte el oro y la plata. Nació en el año 588 en Limoges (Francia); su
padre, que era también un artista en trabajar metales, se dio cuenta de que el niño
tenía capacidades excepcionales para el arte y buscó formarlo mejor bajo la
dirección de Abon, que era el encargado de fabricar las monedas en Limoges.
Cuando aprendió bien el arte de la orfebrería se fue a París. Ahí, el rey
Clotario II le encomendó la fabricación de un trono adornado con oro y piedras
preciosas. El rey quedó admirado de la inteligencia y la habilidad de Eloy,
nombrándolo jefe de la casa de la moneda.
Nuestro santo fabricó también los preciosos relicarios en los cuales se guardaron las reliquias de San Martín, San Dionisio, San Quintín, Santa Genoveva y San Germán.
El nuevo rey Dagoberto le regaló un terreno en Limousin, donde fundó un monasterio de hombres. Luego el rey le regaló un terreno en París y allá fundó un monasterio para mujeres. A sus religiosos les enseñaba el arte de la orfebrería y varios de ellos llegaron a ser muy buenos artistas.
Por sus grandes virtudes fue elegido obispo de Rouen, y se dedicó con todas sus energías a obtener que las gentes de su región se convirtieran al cristianismo, porque en su mayoría eran paganas. Se conservan 15 sermones suyos, en los que ataca fuertemente a la superstición
Murió el 1 de diciembre del año 660.
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