La Cuaresma es el período de cuarenta días (cuadragésima)
destinado a la preparación para la Pascua. La Cuaresma de este año 2024
incluye, como es habitual, cinco domingos. El primero es el 18 de febrero y el
quinto y último, el 17 de marzo, una semana antes del Domingo de Ramos (24 de
marzo), inicio de la Semana Santa.
Esos cinco domingos no se presentan abruptamente. Han venido
precedidos por el Miércoles de Ceniza y los días previos al inicio de la
Primera Semana de Cuaresma.
Dicho miércoles marca el inicio de los cuarenta días de
preparación para la Pascua, por lo que se debe guardar ayuno y abstinencia. El
Miércoles de Ceniza, gracias a su profundo simbolismo, debe suscitar un “giro”
en nuestro interior -un cambio de actitud- y no solo quedarse en las prácticas
exteriores de suyo indispensables.
Se trata de que lo “exterior” colabore con el “interior”, y
que lo “interior” se vea expresado en lo “exterior”. El Miércoles de Ceniza
implica la puesta en marcha de un auténtico proceso de conversión en compañía
de toda la Iglesia y que debe transformar todo nuestro ser.
Domingo a domingo
Cada domingo de Cuaresma posee un mensaje o contenido
especial que la Iglesia ha determinado ‘pedagógicamente’; es decir, las
lecturas y la liturgia toda están dispuestas con un propósito, y no al azar.
Los cinco domingos constituyen un ‘camino de preparación’, un ‘itinerario
progresivo’, una ‘secuencia formativa’ a través de la cual el Espíritu Santo nos
va a conducir para llegar lo mejor dispuestos a la Semana Santa.
Hay que tener en cuenta que así como no se puede correr una
maratón sin la debida preparación física y mental previa, difícilmente sin algo
de entrenamiento nuestro interior podrá contemplar los misterios de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo y obtener el provecho que Dios espera.
Cuaresma “es tiempo
de conversión, tiempo de libertad”
Este año, el Papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma
2024: A través del desierto Dios nos guía a la libertad, nos invita a volver
sobre el camino cuaresmal que nos lleva al desierto (alusión al Éxodo de Israel
o los días que Jesús permanece en este antes de llevar a plenitud su misión),
como paso o proceso necesario si queremos conocer y amar a Cristo, don de Dios,
quien ha de mostrarnos la verdadera
libertad.
La Cuaresma puede ser entendida -siguiendo al Santo Padre-
como una transformación del yo en su integridad, conducidos por Jesús en todo
momento, quien nos hace pasar de la esclavitud del pecado -en todas sus formas-
hacia la libertad plena.
Estas semanas de Cuaresma, en consecuencia, tienen que ser un ‘dejarse conducir’, un dejar atrás el lastre que el pecado ha dejado acumulado en el alma -de ahí la necesidad de la penitencia y las obras de caridad- para recordar que “Dios no se cansa de nosotros. [Por eso] Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20, 2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad” (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2024).
Primer Domingo de Cuaresma:
“Arrepiéntanse y crean en el
Evangelio”
Este 18 de febrero la Iglesia Católica celebra el I domingo
de Cuaresma. La lectura del Evangelio corresponde a San Marcos (Mc 1, 12-15) en
el que se vincula la idea del “desierto” como preámbulo del “Reino”. Es, en
síntesis, un llamado a la conversión, “Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”
(Mc 1, 15).
Se trata de un pasaje breve que gira en torno a dos acontecimientos
fundamentales: en primer lugar, el Espíritu “impulsó a Jesús a retirarse al
desierto donde permaneció cuarenta días”. Y, en segundo lugar, la presencia de
Jesús entre los hombres anuncia la llegada del Reino: "El Reino de Dios ya
está cerca”. El Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2024 sugiere que
ambos acontecimientos componen una sola dinámica -el paso del desierto al
Reino-, y requieren arrepentimiento y conversión. “A través del desierto Dios
nos guía a la libertad”, recuerda el Santo Padre en su mensaje.
¿Por qué el desierto? Santo Tomás de Aquino enseña que “fue
Cristo, por propia voluntad, quien permitió que el diablo lo tentase, de la
misma manera que, por propia voluntad, no ofreció resistencia a ser asesinado
por los secuaces del demonio. Si no hubiera querido, el diablo nunca se habría
atrevido a acercarse a él”. Al vencer la tentación, Cristo nos muestra que es
posible derrotar al enemigo, que nos conoce, y sabe bien cómo y cuándo atacar.
San Juan Crisóstomo sugiere, como lo recuerda Santo Tomás, que, así como “el
Espíritu Santo impulsó a Jesús a retirarse al desierto” (Mc 1, 12) lo mismo ha
de sucederle a todos aquellos que se dejan guiar por el Espíritu: habrán de
experimentar el desierto. San Ambrosio, por su parte, sugiere que Cristo elige
el desierto como escenario para ser tentado no por casualidad, lo hace para
mostrar también que el demonio envidia a todo aquél que aspira a una vida
mejor.
Rechacemos la tentación como Cristo; dejemos que el Espíritu
Santo sea nuestra guía y fortaleza a través de los “desiertos” de hoy y de
siempre. “El Reino de Dios ya está cerca” (Mc 1, 15).
No hay comentarios:
Publicar un comentario