21 de diciembre de 2025

IV DOMINGO DE ADVIENTO 2025 - CICLO A


Abrimos la última parte de la ventana del Adviento, la ventana de nuestra vida. Necesitamos abrir de par en par el corazón, dejar que entre la luz nueva que ilumina lo que aún está oscuro, limpiar lo que nos impide ver y permitir que el VIENTO del Adviento renueve lo que está cansado o roto.

Este domingo, al abrir el último cuarto de la ventana, descubrimos a SAN JOSÉ, el hombre silencioso y fiel, que se apoya en el bastón de la fe, que escucha a Dios incluso cuando no entiende bien lo que ocurre. Él abre su propia ventana interior, deja que entre la luz del Espíritu y acepta con fe el misterio de Jesús.

Con alegría, encendemos la cuarta vela y decimos: “Señor Jesús, queremos estar despiertos para cuando Tú llegues.”

ORACIÓN PARA ENCENDER EL CUARTO CIRIO DE ADVIENTO

Señor Jesús,

en este cuarto domingo de Adviento

encendemos la cuarta vela.

Te presentamos a San José,

hombre silencioso y fiel,

que abrió su corazón a tu palabra

y acogió tus planes superando su miedo.

Él supo limpiar los cristales de su mente y de su corazón,

y confió en tu Palabra cuando todo parecía incierto.

Ayúdanos a apoyarnos, como San José, en el bastón de la fe

para acoger a Jesús con la misma humildad y prontitud.

Que tu viento del Adviento

acabe de limpiar lo que oscurece nuestro corazón

y nos prepare para recibirte con alegría.

Haznos sembradores de paz

en nuestra familia, en la escuela,

en nuestro barrio y allí donde estemos.

Ven, Señor Jesús, Emmanuel, quédate con nosotros

y transforma nuestra vida con tu luz. Amén.

PETICIONES DE PERDÓN

Comenzamos la celebración, pidiendo perdón al Señor, por no vivir la alegría de su venida y de su presencia en nuestras vidas.

• Por todas las veces en que vivimos cada uno por nuestro lado, sin pensar en los demás. Señor ten piedad.

• Por todas las veces en que nos aislamos y no queremos participar en las cosas que se organizan, Cristo ten piedad.

• Por todas las veces en que no consolamos ni ayudamos a los que están tristes y nos necesitan, Señor ten piedad.

VER:

Comenzábamos el tiempo de Adviento diciendo que es como cuando abrimos una ventana por la mañana para que entre la luz nueva y el aire fresquito que lo cambia todo. Por eso, durante el Adviento hemos tenido delante el dibujo de una ventana, que hemos ido abriendo cada domingo.

Decíamos también que, si en nuestra casa no abrimos las ventanas y estamos con las persianas bajadas, el aire no huele bien, la casa está oscura, se hacen humedades, no vemos bien para limpiar… Y aunque nosotros no lo notemos, si llega alguien de visita sí que lo nota.

Eso mismo ocurre con nuestra alma: a veces la tenemos como cerrada y con la persiana bajada. Esto ocurre cuando no rezamos, cuando no participamos en la Eucaristía, cuando nuestro comportamiento no es conforme a lo que Jesús nos enseña… Y cuando esto ocurre, lo que hacemos y pensamos “no huele bien”, el pecado va dejando telarañas y suciedad en nuestra alma… Y nosotros no nos damos cuenta, pero los demás sí que lo notan.

En Navidad celebramos que Jesús viene a visitarnos. Por eso, para recibirle bien, hemos estado “ventilando” nuestra alma y “limpiando los cristales”, es decir, nuestra mirada. Así hemos podido ver mejor la “suciedad y telarañas”, es decir, el pecado, para poderlo limpiar con el Sacramento de la

Reconciliación. Y, además, hemos dejado entrar el “aire limpio” del Espíritu Santo, que renueva y oxigena nuestra alma.

Y así nos hemos preparado bien para recibir la visita de Jesús.

JUZGAR:

La Palabra de Dios, cada domingo de Adviento, nos ha ayudado a abrir cada vez más la ventana de nuestra vida y a ir limpiando todo lo que nos impide ver bien a Jesús, que viene a nosotros.

El primer domingo, con el ejemplo del relato de Noé, se nos invitaba a no estar “adormilados” e identificar qué cosas me hacen estar distraído, y nos proponíamos rezar al comenzar el día o al terminarlo, o leer el

Evangelio, y no faltar ningún domingo a la Eucaristía, porque sabemos que viene Jesús y hemos de estar preparados.

El segundo domingo, con la llamada de Juan el Bautista a convertirnos, nos propusimos identificar qué “desorden” y qué “trastos” hay en nuestra vida que nos impiden acoger bien a Jesús. Y decíamos que, con la fuerza del Espíritu y sus dones, nos iremos “convirtiendo”, nos iremos renovando por dentro y haremos como el saltamontes, no dejaremos que los obstáculos nos detengan. Y así estaremos preparando y allanando bien el camino para recibir a Jesús.

La semana pasada decíamos que, ante el ya próximo nacimiento de Jesús, teníamos que preparar con paciencia la “canastilla” con todo lo que vamos a necesitar para celebrar su nacimiento. Y que no se trataba de hacer más cosas, sino de hacer mejor lo que ya estoy haciendo para que en mi vida entre el viento del Adviento, revisando los compromisos de las semanas anteriores y viendo si los estoy cumpliendo o necesito hacer algunos ajustes.

Y también preparábamos la “canastilla” con obras de amor, gestos de misericordia… que vemos a nuestro alrededor y que nosotros mismos también podemos hacer.

Y esta semana abrimos la última parte de la ventana del Adviento y vamos a limpiar el último cristal. Y nos encontramos con José, el esposo de María.

Hemos escuchado que José “era justo”. Esto significa que era un hombre de fe, y que toda su vida “se ajustaba” a Dios, procuraba hacer siempre lo que Dios le pide. Siguiendo con nuestro ejemplo, podríamos decir que José tenía la ventana de su vida bien abierta, y los cristales muy limpios, y que lo vería todo claro y bien.

Pero José se ha encontrado con una situación que no comprende: su novia, María, está esperando un hijo, pero ellos todavía no viven juntos…

Y de repente José siente como si por la ventana de su vida dejase de entrar la luz de Dios: está confundido, se siente herido en su corazón, sin entender lo que ocurre, no ve claro lo que está ocurriendo, lo ve todo borroso…

Pero José no “cierra la ventana”, José no se encierra en sí mismo, sino que sigue abierto a Dios, y por eso puede volver a entrar la luz, cuando el ángel le dice: “No temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo…”

Y, como José conocía la Escritura, se acuerda de lo que había dicho el profeta Isaías, y que hoy hemos escuchado en la primera lectura: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre

Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”” Y así puede creer que lo que está ocurriendo es lo que Dios había prometido, y por eso, deja pasar la luz del Espíritu, se fía de Dios y acoge a María y a su Hijo.

ACTUAR:

Ya hemos abierto completamente la ventana de nuestra vida para dejar que entre la Luz de Dios y el viento del Espíritu, y ya hemos limpiado nuestra mirada para distinguir los signos de la presencia de Jesús. El ejemplo de San José nos da varias pistas para vivir bien la Navidad, para acoger a Jesús:

Lo primero, revisar si nosotros “somos justos”, si nuestras palabras y obras “se ajustan” a lo que Dios nos pide en el Evangelio.

También podemos pensar cómo reaccionamos cuando ocurre algo en nuestra vida como lo que le ocurrió a José, algo que nos descoloca (un problema, un contratiempo, un desengaño…) para ver si nos cerramos en banda o permanecemos abiertos a Dios, aunque no veamos claro lo que ocurre ni qué hacer.

Y gracias San José nos damos cuenta de lo importante que es conocer la Palabra de Dios, para tenerla presente y ver cómo ilumina todas las situaciones por las que pasamos, las buenas y también las difíciles, y comprobar si tenemos fe, si nos fiamos de lo que Dios nos dice en su Palabra, aunque a veces sigamos sin tenerlo todo claro.

Ya estamos a punto de celebrar la Navidad: la ventana de nuestra vida está completamente abierta y ya vemos al Niño Dios. Como ha dicho Isaías, celebramos que Jesús es el “Dios-con-nosotros”, el Dios que quiere estar con nosotros en todos los momentos y circunstancias de la vida.

Tengamos presente la imagen de la ventana durante estos días y recordemos lo que hemos ido diciendo, para que nuestra vida, como la de san José, siga siempre bien abierta a Dios para que entre su Luz, que es

Jesús, su Hijo, que nace una vez más entre nosotros para que tengamos su misma Vida.











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