¿Cuál es el origen del Día de la Cruz? Los libros
litúrgicos contienen dos fiestas dedicadas al culto de la Cruz: La Invención de
la Santa Cruz, el 3 de mayo, y la Exaltación, el 14 de septiembre. La
Exaltación, que conmemora la dedicación de las basílicas de Jerusalén, es de
origen oriental y no pasó a occidente hasta fines del siglo VII, a través del
rito romano.
La Invención
de la Santa Cruz, en cambio, es conmemorada desde antiguo. En España aparece en
todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes, poniéndola en relación
con el relato del hallazgo por Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo. Este
relato figura en los pasionarios del siglo X y puede resumirse así: En el sexto
año de su reinado, el emperador Constantino se enfrenta contra los bárbaros a
orillas del Danubio. Se considera imposible la victoria a causa de la magnitud
del ejército enemigo. Una noche Constantino tiene una visión: en el cielo se
apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, In hoc
signo vincis ("Con esta señal vencerás"). El emperador hizo construir
una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad
a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la
Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar
iglesias. Enseguida envió a su madre, santa Elena, a Jerusalén en busca de la
verdadera Cruz de Cristo. Una vez en la ciudad sagrada, Elena mandó llamar a
los más sabios sacerdotes y con torturas consiguió la confesión del lugar donde
se encontraba la Cruz a Judas (luego San Judas, obispo de Jerusalén). En el
monte donde la tradición situaba la muerte de Cristo, encontraron tres cruces
ocultas. Para descubrir cuál de ellas era la verdadera las colocaron una a una
sobre un joven muerto, el cual resucitó al serle impuesta la tercera, la de
Cristo. Santa Elena murió rogando a todos los que creen en Cristo que
celebraran la conmemoración del día en que fue encontrada la Cruz, el tres de
mayo.
Toda esta historia tiene, sin duda, mucho de leyenda,
pues el emperador Constantino fue considerado en el medievo occidental como
prototipo del príncipe cristiano y se le rodeó de multitud de relatos
fabulosos. Además, la celebración de este día es anterior al Pasionario. En la
Lex Romana Visigothorum, promulgada por Recesvinto en el año 654, y renovada
por Ervigio en el 681, se menciona esta festividad comparándola, por lo que se
refiere a su solemnidad, con las mayores del año eclesiástico; y en el
Leccionario de Silos, compuesto hacia el año 650, aparece con el nombre de dies
Sanctae Crucis, siendo éste el más antiguo testimonio de su conmemoración en
España. Desde la primera mitad del siglo VII se tiene conocimiento de la
existencia en España de reliquias de la Cruz, concretamente en sendas iglesias
de Mérida y Guadix. Finalmente, hay que añadir que el culto a la Cruz en
general es aún más antiguo, pues sabemos que en el año 599 se celebró en la
Catedral de la Santa Cruz el II Concilio de Barcelona, lo que implica a su vez
una advocación anterior.
En cambio, de la celebración popular de la fiesta de la Santa Cruz, la que más nos interesa, apenas hay datos antiguos. Los primeros testimonios que conocemos se remontan tan sólo al siglo XVIII, aunque este vacío documental no implica necesariamente que la fiesta no existiera desde antes. En cualquier caso, parece que la celebración popular de la Cruz de Mayo tal como hoy la conocemos alcanzó su máximo esplendor durante los siglos XVIII y XIX, para empezar a decaer a principios del XX.
Esta fiesta,
en su vertiente popular, está muy extendida por toda España, aunque con
variaciones muy significativas de unos lugares a otros. A pesar de ello, la
celebración presenta en todas sus manifestaciones una serie constante de
elementos comunes. El centro de la fiesta es una cruz, de tamaño natural o
reducido, que se adorna, en la calle o en el interior de una casa, con flores,
plantas, objetos diversos (pañuelos, colchas, cuadros, candelabros, imágenes de
santos, etc.) y adornos elaborados. A su alrededor se practican bailes típicos,
se realizan juegos y se entonan coplas alusivas. A veces hay procesiones, de
carácter religioso o pagano. A la hora de establecer los orígenes de esta
celebración popular de la Cruz hay que referirse necesariamente a una serie de
fiestas paganas que se celebraban desde muy antiguo en el mes de mayo.
Efectivamente, el mes de mayo, considerado desde siempre
como el mes del esplendor de la vegetación y el mes amoroso por excelencia, ha
sido desde tiempos remotos el escenario de un buen número de fiestas populares.
Los orígenes de estas fiestas populares del mes de mayo son discutidos. Desde
los autores renacentistas se pretende hacer derivar tales celebraciones de
alguna festividad clásica grecolatina. Un escritor italiano del siglo XVI,
Polydoro Virgilio, las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora,
diosa que representa el eterno renacer de la vegetación en primavera (las
Floralia, que duraban del 28 de abril al 3 de mayo), y con la procesión
ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha. Otros las vinculan con las
fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops.
De todas las
celebraciones clásicas con las que se quiere relacionar a las fiestas de mayo,
la que más nos interesa es la de Attis. Según Ovidio, Attis era un hermoso
joven que vivía en los bosques de Frigia. La diosa Cibeles lo eligió para sí,
haciéndolo guardián de su templo, pero con la condición de que se mantuviera
siempre virgen. Attis cedió al amor de la ninfa Sagaritis y entonces Cibele
hizo que ésta muriera, derribando el árbol del que dependía su vida. El
muchacho enloqueció y se castró, tras lo cual la diosa lo volvió a admitir en
su templo. La fiesta, rememorando su muerte y resurrección, tenía lugar en el
equinoccio de primavera. Comenzaba el 22 de marzo con la solemne procesión de
un pino recién cortado (árbol en el que, según la leyenda, se había convertido
Attis a su muerte), al que se adornaba con guirnaldas de violetas y bandas de
lana. Los ritos proseguían hasta el día 27 y en ellos se incluían prácticas
mistéricas y automutilaciones.
Aunque se
puede apreciar una cierta semejanza o paralelismo entres estas celebraciones y
nuestras fiestas de mayo, es difícil, sin embargo, admitir una relación de
dependencia de éstas con respecto a aquéllas y más bien habría que hablar de
una génesis espontánea común, a partir de los fenómenos culturales recurrentes
de adoración al árbol y exaltación de la naturaleza. Por ello mismo, hay que
concluir que el sentido de estas fiestas es plenamente naturalista: saludo a la
primavera, celebración del comienzo de un nuevo ciclo de la vegetación,
agradecimiento a la naturaleza por sus futuras cosechas. Y, como consecuencia
de ello, exaltación del amor y de los sentimientos humanos más espontáneos.
Pues bien, como consecuencia del empeño de la jerarquía
cristiana por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, muchas
veces escandalosas y casi siempre contrarias a su moral, en un momento dado de
su desarrollo las fiestas naturalistas de mayo se habrían transformado y
agrupado en torno a un nuevo motivo, la Cruz. Simplificando la cuestión
podríamos afirmar que el mayo-árbol se convirtió en mayo-cruz, conservando casi
intactos todos los demás elementos de la celebración. En un maravilloso ejemplo
de asimilación y sincretismo de fiestas y símbolos, el árbol fue sustituido por
una cruz (a la que con frecuencia en la liturgia cristiana se denomina
precisamente "árbol"), quizás como una sabia decisión del pueblo para
que estas celebraciones no desaparecieran totalmente o alentado por las
autoridades eclesiásticas que, intentando eliminar viejas creencias
supersticiosas, sustituyeron un símbolo pagano por otro religioso.
En definitiva,
no es posible negar la conexión entre las fiestas paganas de la naturaleza y la
celebración de la Cruz de Mayo, así como la anterioridad cronológica del mayo.
Quizás lo justo sería hablar de que la fiesta de la Cruz, cuando comenzó a
desarrollarse popularmente, tomó elementos de otras fiestas no religiosas, en
un intento de asimilarlas para eliminarlas o sencillamente como consecuencia
inevitable de su coexistencia, dada la similitud de sus motivaciones. La
prohibición de las fiestas paganas por parte de las autoridades civiles y
eclesiásticas facilitó esa incorporación de elementos de unas a otra,
aleccionada por el pueblo, siempre amante de sus tradiciones y nunca dispuesto
a perderlas. El fondo, lo popular, habría quedado intacto y sólo habría
cambiado su apariencia externa.
El Punto de Lectura del Canal acoge desde este domingo 1
de mayo y durante todo el mes la tradicional Cruz de Mayo de la asociación
Raigambre.
La «Cruz del Pueblo», como se la conoce popularmente, y
que en esta ocasión vestirá velo negro por la pandemia y por los sucesos que
han tenido lugar en los últimos tiempos.
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