" Ve a María "
CREER ES OTRA COSA
Estamos viviendo unos tiempos en los que cada vez más el
único modo de poder creer de verdad va a ser para muchos aprender a creer de
otra manera. Ya el gran converso John Henry Newman anunció esta situación
cuando advertía que una fe pasiva, heredada y no repensada acabaría entre las
personas cultas en «indiferencia», y entre las personas sencillas en
«superstición». Es bueno recordar algunos aspectos esenciales de la fe.
La fe es siempre una experiencia personal. No basta creer
en lo que otros nos predican de Dios. Cada uno solo cree, en definitiva, lo que
de verdad cree en el fondo de su corazón ante Dios, no lo que oye decir a
otros. Para creer en Dios es necesario pasar de una fe pasiva, infantil,
heredada, a una fe más responsable y personal. Esta es la primera pregunta: ¿yo
creo en Dios o en aquellos que me hablan de él?
En la fe no todo es igual. Hay que saber diferenciar lo
que es esencial y lo que es accesorio, y, después de veinte siglos, hay mucho
de accesorio en nuestro cristianismo. La fe del que confía en Dios está más
allá de las palabras, las discusiones teológicas y las normas eclesiásticas. Lo
que define a un cristiano no es el ser virtuoso u observante, sino el vivir
confiando en un Dios cercano por el que se siente amado sin condiciones. Esta
puede ser la segunda pregunta: ¿confío en Dios o me quedo atrapado en otras
cuestiones secundarias?
En la fe, lo importante no es afirmar que uno cree en
Dios, sino saber en qué Dios cree. Nada es más decisivo que la idea que cada
uno se hace de Dios. Si creo en un Dios autoritario y justiciero terminaré
tratando de dominar y juzgar a todos. Si creo en un Dios que es amor y perdón
viviré amando y perdonando. Esta puede ser la pregunta: ¿en qué Dios creo yo:
en un Dios que responde a mis ambiciones e intereses o en el Dios vivo revelado
en Jesús?
La fe, por otra parte, no es una especie de «capital» que
recibimos en el bautismo y del que podemos disponer para el resto de la vida.
La fe es una actitud viva que nos mantiene atentos a Dios, abiertos cada día a
su misterio de cercanía y amor a cada ser humano.
María es el mejor modelo de esta fe viva y confiada. La
mujer que sabe escuchar a Dios en el fondo de su corazón y vive abierta a sus
designios de salvación. Su prima Isabel la alaba con estas palabras memorables:
«¡Dichosa tú, que has creído!». Dichoso también tú si aprendes a creer. Es lo
mejor que te puede suceder en la vida.
Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Lc (1,39-45)
Lc 1, 39-45.
4º domingo de Adviento, me he preparado convenientemente
para Navidad, convirtiendo mi corazón y cambiando aquello que hay en mi que no
encaja con lo que Jesús me pide. Ya tengo encendidas las cuatro lámparas, sólo
me queda esperar la auténtica luz que es Jesús y que ilumine mi corazón y toda mi persona. Al
final, por otro tipo de preparativos, puedo despistarme. María nos recuerda que
hay que seguir caminando, rápido, hacia la montaña, hacia el verdadero
encuentro con el Otro. Desde ahí, seguir acercándome a otros con alegría.
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