SOFÍA SE VENERABA JUNTAMENTE CON SUS TRES HIJAS: PISTIS, ELPIS Y AGAPE, NOMBRES QUE SIGNIFICAN SABIDURÍA, FE, ESPERANZA Y CARIDAD.
Enseñó a sus tres hijas en el temor de Dios. Cuando ellas
tenían ocho, diez y once años respectivamente, su madre se mudó a Roma y las
llevó con ella. Todos los domingos, las cuatro visitaban juntas las diversas
iglesias de la ciudad.
Sofía hizo amistad con muchas matronas romanas y logró
convertir a varias de ellas. Alguien denunció este hecho ante el emperador
Adriano, quien al conocer a las tres niñas quedó tan prendado de ellas y de su
hermosura que intentó adoptarlas como hijas, pero como a este proyecto se
enfrentaran firmemente tanto las niñas como su madre, el emperador las condenó
a diferentes tormentos.
De torturar a Fe, la mayor, se encargaron treinta y seis
soldados, quienes primero la azotaron, y luego, delante de una enorme multitud,
le arrancaron de cuajo los pechos. Cuantos presenciaron tan terribles escenas
fueron testigos de que mientras las heridas que los azotes produjeron en el
cuerpo de la jovencita brotaba leche en vez de sangre, de las de sus senos
manaba sangre en lugar de leche. En vista de este milagro, el público empezó a
protestar y a insultar al césar, calificando su proceder de injusto. Fe, a
pesar de que estaba contenta de padecer aquellos suplicios por Cristo, unió sus
voces a las de la multitud e despreció también al emperador. Entonces éste
ordenó que colocaran a la doncella sobre una parrilla de hierro incandescente.
Ilesa salió la niña de tan terrible tormento, tercero de la serie de ellos a
que fue sometida, e ilesa salió del cuarto que a continuación le aplicaron, que
consistió en ser arrojada a una sartén llena de aceite y de cera hirviendo,
visto lo cual Adriano mandó a sus verdugos a que la degollaran, y a través de
esta quinta tortura la santa niña murió. Inmediatamente el emperador hizo
comparecer a Esperanza, y como no logró doblegar su voluntad para que
sacrificara ante los ídolos, ordenó que la metieran en una caldera en la que
hervía a borbotones un líquido compuesto de grasas, cera y resina derretidas.
Al introducir a la muchachita en el recipiente, las gotas que de él saltaron
produjeron quemaduras en los infieles que presenciaban el espectáculo; pero,
como a Esperanza aquel baño no le producía ni la más mínima lesión, Adriano mandó
que la sacaran de la caldera y que le cortaran la cabeza con una espada.
Mientras duraron los martirios de sus dos hijas mayores, Sofía permaneció al
lado de Caridad dándole ánimos, y ésta, a pesar de ser tan pequeñita, ni trató
de congraciarse con el emperador, ni cuando le llegó el turno hizo caso alguno
de los halagos ni de sus amenazas, por lo cual el impío Adriano mandó que la
tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus miembros; después, la
apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la arrojaron a un horno
encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas que alcanzaron y
abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca, presenciando el macabro
espectáculo. La niña, sin embargo, totalmente ilesa, y radiante como el oro,
risueña y feliz, iba de un lugar a otro, paseando contenta, entre el fuego de
la hoguera. Desde el exterior los verdugos atravesándole el cuerpo con barras
de hierro al rojo vivo; mas como tampoco esto hiciera mella en el ánimo de la
pequeña, Adriano mandó que la degollaran, como a sus hermanas. De este modo,
Caridad, que había sufrido alegremente las pruebas a las que fue sometida,
conquistó también la corona del martirio. La santa madre, ayudada por alguno de
los presentes, enterró los cuerpos de sus santas hijas, y postrada ante la
tumba común, exclamaba:
-¡Hijas mías queridísimas! ¡Yo quiero reunirme con
vosotras!
Algún tiempo después Sofía murió en la paz del Señor. Su
cuerpo fue enterrado por los cristianos en la misma sepultura de sus hijas.
También ella fue mártir, puesto que padeció en sus entrañas maternales cada uno
de los tormentos que padecieron sus tres hijas.
Adriano acabó su vida roído de podredumbre y de
remordimientos, reconociendo que se había comportado inicuamente con aquellas
santas y cruelmente con los adoradores de Cristo.
FELICIDADES A TODAS LAS QUE HOY CELEBRAN SU ONOMÁSTICA.
"La obediencia es como un cuchillo por el cual se mata la voluntad del hombre y se le ofrece a Dios. Hace que el hombre se valla conformando con el cielo.”
- Biografía de San José de Cupertino
- Oración a San José de Cupertino
- Oración a San José de Cupertino para ayudar en exámenes y estudios
- San José de Cupertino en la Enciclopedia Católica
No hay comentarios:
Publicar un comentario